
Osvaldo Rolón Domínguez 16/11/2025
En los últimos años, el mundo entró en una competencia silenciosa, pero cada vez más intensa, por los recursos que sostienen la economía del siglo XXI. Si en el siglo XX el petróleo definió la política global, hoy los motores de la transición energética (las baterías, los autos eléctricos, los paneles solares y los microchips) dependen de minerales críticos como las tierras raras, en especial el mineral llamado litio. Y en ese mapa, Sudamérica ocupa un rol que pocas veces ha tenido en la historia, el de región estratégica para el futuro tecnológico del planeta. Esta importancia no es puramente económica o geopolítica, es también climática. La lucha global contra el cambio climático depende directamente del acceso a estos materiales, porque sin ellos no es posible acelerar la transición hacia energías limpias y reducir las emisiones que hoy impulsan el calentamiento global.
A pesar de su nombre, las tierras raras no son tan «raras»; lo difícil es extraerlas y procesarlas. Son 17 elementos químicos esenciales para fabricar motores eléctricos, turbinas eólicas, fibras ópticas, imanes de alta potencia, misiles guiados, satélites y microchips. Hoy, China controla alrededor del 60-70% de su producción y más del 85% de su refinado, lo cual genera una dependencia que preocupa a Estados Unidos, Europa y Japón. Dominar estas cadenas de suministro implica también tener ventaja en sectores como defensa, inteligencia, comunicaciones y productos tecnológicos de alta complejidad.
Además, las recientes tensiones comerciales entre China y Estados Unidos reforzaron aún más la importancia de asegurar minerales críticos. Cada sanción y cada restricción acelera la carrera por controlar tierras raras y reducir chokepoints geopolíticos.
La guerra en Ucrania también jugó un papel clave. Europa descubrió de golpe que su dependencia energética del petróleo y gas ruso era un riesgo estratégico enorme. Ese shock llevó a la Unión Europea a buscar alternativas limpias, acelerar su transición energética e intensificar la competencia global por minerales necesarios para energías renovables. En ese contexto, las tierras raras y otras materias críticas crecieron a un ritmo sin precedentes.
Bolivia, Argentina y Chile conforman el Triángulo del Litio (véase Figura 1), una de las regiones más ricas del mundo en este mineral. Clave para fabricar baterías de autos eléctricos y sistemas de almacenamiento energético. Según Naciones Unidas y el Foro Económico Mundial, Sudamérica posee más del 50% de las reservas mundiales. Esta abundancia coloca a la región en el corazón de la agenda climática mundial; el litio es esencial para reducir la dependencia de combustibles fósiles y permitir que más países avancen hacia energías renovables. Pero al mismo tiempo, el litio sostiene industrias críticas para la seguridad nacional; satélites, drones, sistemas de comunicación, inteligencia artificial y equipamiento militar dependen cada vez más de baterías de alta capacidad y nuevos materiales.

El Triángulo del Litio en Sudamérica. Fuente: El Orden Mundial.
Fuente: El Orden Mundial.
Sin embargo, el litio sudamericano no solo es abundante, es más barato de extraer gracias a los salares, donde se evapora el agua naturalmente. Esto coloca a la región en una posición privilegiada frente a Australia o China, donde la extracción requiere minería dura.
Por primera vez en décadas, los recursos de la región son fundamentales para industrias de altísimo valor agregado, autos eléctricos, almacenamiento energético, sistemas de defensa avanzada y electrónica crítica. Si los países negocian bien (con royalties, asociaciones estratégicas y tecnología), pueden generar cadenas de valor locales en vez de ser solo exportadores de materias primas. En este punto, es crucial que la inversión extranjera no se limite a «extraer y marcharse», sino que contribuya a desarrollar el capital humano sudamericano. La verdadera transformación llega cuando las empresas forman ingenieros, técnicos, investigadores y especialistas locales capaces de sostener, mejorar y expandir estas industrias. Apostar por la transferencia de conocimiento es tan importante como negociar buenos contratos, porque sin talento propio no hay desarrollo duradero ni independencia tecnológica.
Además, los países de Sudamérica pueden convertir este auge en una oportunidad para fortalecer sus propios compromisos climáticos, modernizar sus infraestructuras y adoptar energías más limpias en sus propias economías. La formación de capital humano también amplifica este impacto, porque un continente con técnicos y profesionales capacitados puede liderar, y no solo acompañar, la transición verde.
Estados Unidos, China y la Unión Europea compiten directamente por el acceso al litio y otros minerales críticos. China busca asegurar el suministro para sus gigantes de baterías.
EE. UU. quiere reducir su dependencia de Asia e integrar a Sudamérica a su estrategia de «nearshoring». Europa quiere garantizar recursos para cumplir sus metas de transición verde. Cada una de estas potencias necesita tierras raras (en especial el litio) para cumplir sus propios compromisos climáticos internacionales y avanzar en la descarbonización de sus industrias. Quien controla estos materiales controla partes clave del poder militar, tecnológico y económico del siglo XXI. Esto convierte a Sudamérica en un punto clave dentro de la futura arquitectura energética, climática y geopolítica mundial.
Sin planificación, la región podría repetir su historia, exportar recursos sin desarrollar industrias tecnológicas propias. La clave es subir en la cadena de valor, producir baterías, materiales procesados e incluso atraer fábricas de autos eléctricos. Pero también está la responsabilidad ambiental, gestionar estos recursos de manera sostenible. El mundo necesita litio para frenar el cambio climático, pero eso no puede lograrse sacrificando ecosistemas locales, comunidades indígenas o fuentes de agua. De hecho, según el Foro Económico Mundial, alrededor del 80% de los proyectos de litio actuales se desarrollan en tierras habitadas por pueblos indígenas, lo que incrementa el riesgo de desplazamientos, conflictos comunitarios y destrucción de ecosistemas frágiles. Sudamérica tiene la oportunidad (y el desafío) de demostrar que es posible liderar la transición energética con responsabilidad ambiental y con soberanía real.
Tener litio no garantiza tener poder. El poder surge cuando la región controla más etapas del proceso: investigación, refinado, producción, reciclaje y patentes. Si Sudamérica no diseña una estrategia propia, corre el riesgo de repetir los errores del pasado y convertirse nuevamente en víctima de dinámicas neocoloniales, donde las grandes potencias se llevan los recursos estratégicos y la región vuelve a quedar fuera del valor añadido y del conocimiento. Evitar ese escenario requiere visión, unidad regional, formación de capital humano y decisiones firmes.
Las tierras raras y el litio están redefiniendo la economía global. Por primera vez, Sudamérica es vista no solo como fuente de alimentos y energía, sino como un actor central para la movilidad eléctrica, la transición verde, las tecnologías avanzadas y la seguridad militar mundial. Al mismo tiempo, la región tiene la capacidad de contribuir de manera decisiva a la lucha contra el cambio climático, ayudando a que el mundo reduzca emisiones y adopte tecnologías limpias más rápido.
El reto es claro: evitar caer en la lógica tradicional de exportar materias primas sin valor agregado y, en cambio, construir una estrategia común que permita convertir el Triángulo del Litio y otros minerales críticos en una plataforma para el desarrollo industrial propio, para la modernización interna y para un aporte real a la agenda climática global. La formación del capital humano será el corazón de ese proceso; sin ingenieros, científicos, técnicos y gestores formados localmente, la región no podrá sostener su propio avance.
Sudamérica tiene la oportunidad de pasar de ser espectadora a protagonista en la nueva economía mundial, en la transición energética y en la seguridad tecnológica del siglo XXI.
También tiene la responsabilidad de no repetir los errores del pasado y evitar cualquier forma de neocolonialismo disfrazado de inversión.
https://elnacional.com.py/opinion/el-litio-despertara-sudamerica-o-lo-condenara-repetir-su-historia-n96043