Tenía poco menos de 40 años y era pescador, también trabaja la tierra y vendía los productos. Rosa, su esposa, cuenta a Revolución TRESPUNTOCERO que nunca se enferma porque “los pobres no pueden darse el lujo de enfermarse”.
Asegura que era alto, fuerte y “robusto como un árbol, trabajador imparable, nunca se cansaba, hasta hace unos meses, ya desde antes se le había comenzado a verse cansado, pálido, pero bueno a nosotros eso nos caracteriza, porque casi nunca hay para nutrirnos bien, pero luego le llegó la debilidad, se nos hizo muy raro, pero tampoco pudimos ir al médico, fue hasta después que los dolores ya eran insoportables para él”.