Benito Juárez, Chihuahua. Fue un día que jamás olvidará, pero comenzó como cualquier otro para Erick Solorio Solís, un estudiante de Ingeniería Superior de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACh), en Chihuahua, México. Se levantó la mañana el lunes 22 de octubre de 2012 y el cálido aire matutino que envuelve la ciudad en otoño le dio los buenos días.
Comió algo y recibió una llamada breve de sus padres, que ese día irían a ir a la ciudad para visitarlo a él y a sus hermanos. Solorio, un joven alto con cejas inquisitivas y un poco de barba, fue a la universidad y tuvo tres horas de clase. Recuerda haber abandonado el campus sobre mediodía. El joven, que por entonces contaba con veintiún años, se dirigió a casa, donde junto con sus dos hermanos esperó la llegada de sus padres.
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