En la cena anual del Consejo Minero, el presidente ejecutivo de la entidad gremial se dio el lujo de cuestionar el proceder de los Tribunales y de la Corte Suprema, acusándolos -por fallos que han evidenciado la arbitrariedad e ilegalidad con la que se han habituado a operar los megaproyectos mineros- de «torcer o desfigurar las instituciones” y de tendenciar “una suerte de derogación de la ley por parte de los tribunales de justicia, puesto que se maneja el contenido para lograr objetivos ajenos a ella [la justicia]”.
Esto supone que la cabeza de la organización que agrupa a todas las empresas transnacionales mineras que operan en Chile y Codelco, interpela directamente al poder judicial, porque de un tiempo a esta parte ha interpretado la institucionalidad ambiental desde el principio preventivo, como recomendaba el espíritu de la ley de bases del Medio Ambiente. Pero claro, luego de tres décadas de aplicación ciega de las leyes nacidas en dictadura y mantenidas en los gobiernos de transición a una democracia que nunca ha terminado de llegar, los sectores extractivistas terminaron por mal acostumbrarse, y creer que la condición de “país entregado en bandeja” no podía modificarse, para eso habían procurado un diseño institucional que lo garantizara.