En los años ’80, Manuel ingresó como empleado en el yacimiento de uranio al pie del macizo de Los Gigantes, cerca de Carlos Paz. Era la época de oro de la planta que llegó a tener 120 empleados, y que dejó de funcionar en 1989, con fuertes sospechas de contaminación de la cuenca del río San Antonio, uno de los principales afluentes del lago San Roque.
Manuel se presentó en la mina de uranio para trabajar como chofer, pero como el puesto ya había sido cubierto, le realizaron una prueba de mecánica y electricidad. “Me mandaron a unas cámaras frigoríficas, a hacer la instalación”, recuerda. Ese fue el pasaporte al yacimiento, donde trabajó durante tres años y medio.
Entre otras cosas, Manuel fue el encargado del cableado y del montaje de la planta. Por eso la conoce como la palma de su mano.
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