“El problema de todos los datos en Colombia es que son incompletos”, es lo primero que advierte el investigador colombiano Sócrates Herrera, director del Centro de Investigaciones Científicas Caucaseco, quien junto con un grupo de colaboradores se dio a la tarea de analizar el comportamiento de la malaria en zonas de actividad minera, legal e ilegal. Sus sospechas se confirmaron: los mineros podrían estar despertando un monstruo medio dormido.
Desde 2010 hasta 2013, los casos de malaria en el país han ido en descenso. Mientras en 2010 se registraron 117.000 casos, tres años más tarde se redujeron a 60.000. El problema que detectó Herrera y su equipo es que, al mirar más de cerca esas cifras positivas, hay algo que no anda bien. En algunos municipios del país las tasas de malaria están por las nubes. Y se trata precisamente de áreas donde la actividad minera se ha incrementado.
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