Los pobladores de Santo Domingo, Chontales, viven en constantes protestas en contra de la minería. Los temores crecen al momento de contrastar el eslogan de B2Gold —Primero el desarrollo y después la mina— y la obsesión con que actúa.
Nadie está más consciente de los daños irreversibles que ocasiona la explotación minería a cielo abierto, que las autoridades municipales. Al menos eso pudimos constatar durante un conversatorio celebrado en sus nuevas instalaciones, generosa donación de la compañía canadiense B2 Gold. El frenesí con que trabaja la empresa —24 horas los 365 días del año— exhibe un apetito insaciable. Para no tener tropiezos y operar a su gusto, construyó una carretera privada. Los camiones suben y bajan los cerros devastados a ritmo alucinante. La broza tiene que ser transportada hacia La Libertad, donde es procesada. Como los caminos se cruzan, los operarios de B2 Gold se encargan de dar preferencia a los camiones de la compañía. Todo se inclina a su favor, excepto las protestas de la organización Salvemos Santo Domingo, la creciente desconfianza y el rechazo de las familias ubicadas a orillas del Tajo la Antena, en la propia entrada de la ciudad. La disputa prosigue.