Introducción: ¡encontrando el giro en la industria!
El nexo entre compañías mineras, medios de comunicación masiva, el gobierno de Canadá, Instituciones de Financiamiento Internacionales, bancos y ONGs compradas, trabaja duro para que la realidad de las minas a cielo abierto a gran escala se quede oculta, y para que quede marginalizada la resistencia comunitaria. Pase lo que pase, siguen hablando del “desarrollo”. Este informe reúne hechos concretos y perspectivas comunitarias para ayudar a los y las lectores a informarse acerca de la naturaleza de la industria minera.
El cuento de la industria: conozca a los protagonistas
A los empresarios mineros les está lloviendo dinero. Están gastando lo que sea para intentar de cambiar su imagen y los grandes medios de comunicación lo están consumiendo.



En toda Sudamérica hay enormes exportaciones en volumen (toneladas de petróleo, carbón, mineral de hierro, soya, madera, cobre…) y sin embargo varios países (Brasil, Colombia, Perú, Venezuela, Argentina, Ecuador) no logran apenas pagar sus importaciones. Argentina está entre caer o no en déficit comercial. Colombia, Brasil, Perú, Ecuador ya lo hicieron en 2013 y principios de 2014. Sus exportaciones no pagan sus importaciones. Un ejemplo: Colombia vende al exterior unas cinco veces más toneladas que lo que compra de él, y sin embargo no puede pagar sus importaciones con las exportaciones que, en este caso, son en buena parte de carbón.
Mientras las grandes transnacionales mineras, generalmente canadienses, llegan a los países del istmo centroamericano ofreciendo riqueza, desarrollo, empleo y respeto a los derechos humanos, la realidad que se ve en las comunidades del Valle de Siria (Honduras), Asunción Mita (Guatemala), San Isidro (El Salvador), o Bonanza (Nicaragua), es otra.
Pese a ser América Latina una región bendecida con abundantes riquezas naturales, la explotación de esos recursos se convierte en una maldición que atrapa a los países en dinámicas de las que es muy difícil salir, que benefician a las élites y marginan y criminalizan a los directamente afectados; los campesinos y los pueblos indígenas, los más pobres y vulnerables que se resisten a ser despojados de sus territorios.
La minería de oro se ha convertido en un flagelo que azota muchos países de América Latina. En algunos sitios operan unas pocas transnacionales gigantes, pero en otras zonas se agolpan cientos a miles de personas, hurgando en los ríos de las selvas o entrañas de las montañas por unos gramos de oro. Mientras que las grandes corporaciones insisten en contar con tecnologías de punta, servir al crecimiento económico y bridar empleo, la minería a pequeña escala, informal o ilegal, está bajo la sombra de la contaminación, la violencia y la pobreza.
La transnacional canadiense Barrick, a cargo del proyecto minero Pascua Lama, y la estadounidense Newmont Mining Corp. intentaron fusionarse, lo que de haber prosperado hubiese significado la unión de los dos productores de oro más grandes del mundo. Una significativa caída del precio del metal, así como los diversos conflictos locales que deben enfrentar sus proyectos advierten un complejo escenario.
El ministro de Energía, Máximo Pacheco, señaló que la integración eléctrica regional forma parte de los «pilares estratégicos» de la agenda sectorial.
Estudio señala impacto negativo de minería canadiense en América Latina
La actividad extractiva de oro es una de las más contaminantes en el mundo y genera las mayores afectaciones a la Madre Tierra y a los derechos humanos.
Saquean empresas mineras a países de la América Latina con el consentimiento de sus propios gobiernos, y dejan una estela de contaminación irreversible por el uso de sustancias como el arsénico, cianuro de sodio o el ácido sulfúrico para la concentración de metales, por el método de extractivo a cielo abierto.