Mientras las grandes transnacionales mineras, generalmente canadienses, llegan a los países del istmo centroamericano ofreciendo riqueza, desarrollo, empleo y respeto a los derechos humanos, la realidad que se ve en las comunidades del Valle de Siria (Honduras), Asunción Mita (Guatemala), San Isidro (El Salvador), o Bonanza (Nicaragua), es otra.
Atraídas por los recursos mineros, especialmente oro y plata, las mineras han explotado el suelo y sub suelo de la región, sin tomar las medidas necesarias para proteger el hábitat de los poblados, quienes han sido los menos beneficiados con dicha actividad, poco a poco matando no solo sus esperanzas, sino acabando con su probabilidad de vida, recursos naturales y fauna.