Una forma de explotar a la naturaleza es la extracción de petróleo y minerales que utiliza enormes cantidades de agua y la contamina pues produce desechos tóxicos; estos químicos enferman también a los suelos y a la gente. Las empresas petroleras y mineras cuando llegan a los territorios causan grandes problemas, rompen el tejido comunitario y lo reemplazan con conflictos en las familias, la división de comunidades, la confrontación entre unos y otros. Los daños producidos por estas actividades extractivas son a largo plazo, y duran mucho más que las utilidades económicas que dicen generar.
Las mujeres de las zonas petroleras sufrimos los impactos de las actividades extractivas en nuestros cuerpos; hemos denunciado el aumento de enfermedades gastrointestinales, respiratorias, dérmicas, el cáncer que crece en nuestros cuerpos y en nuestras familias. Las mujeres somos sabias cuando decimos que “no queremos alcoholismo, no queremos que haya prostitución, no queremos que los hombres nos golpeen. No queremos esta vida que, por más que nos ofrezcan escuelas, letrinas o casas de zinc, no nos haga sentir dignas”, como bien señala Patricia Gualinga lideresa del pueblo kichwa de Sarayaku haciendo referencia a las consecuencias que la XI Ronda Petrolera traería a sus vidas. Con las actividades petroleras y mineras también disminuyen los productos agrícolas debido a la contaminación, hay muerte de los animales, pérdida de zonas de cultivo, afectándose las fuentes de sustento de las familias y de la comunidad.