Durante las últimas protestas llevadas a cabo por el movimiento indígena en el Ecuador, se demostró, una vez más, que existe un sistema represor proveniente del Estado ecuatoriano y que este a su vez ataca a las personas que deciden ejercer su derecho a resistirse contra políticas estatales que ponen en riesgo los derechos humanos.
Parece ser, que dentro de los ejes para la gobernabilidad de un país, la represión es esencial para el sometimiento de las y los ciudadanos que se niegan a aceptar políticas estatales. En este sentido, la resistencia se ha convertido en un derecho fundamental de todo ser humano, tanto de manera individual como colectiva, frente a acciones u omisiones del poder público o de las personas naturales o jurídicas no estatales que vulneren o puedan vulnerar sus derechos constitucionales, y demandar el reconocimiento de nuevos derechos. La Constitución del Ecuador consagra en su artículo 98 el derecho a todo individuo y colectivo a ejercer la resistencia.