Lo vienen diciendo los investigadores desde hace décadas ya. Se han sumado políticos, líderes intelectuales, sociales, filósofos e incluso empresarios. El modelo de desarrollo global nos ha hecho avanzar hacia el antropoceno, era geológica de la Tierra donde los cambios globales ya no son producidos por agentes naturales sino por la acción humana.
Un modelo donde la naturaleza es vista principalmente como una despensa, en el proceso de extracción, y un vertedero, luego de la transformación. Y así se mide el éxito y fracaso de continentes, naciones, regiones, territorios, mientras mayor es la producción, mejor para la sociedad. Si es bueno para la economía (una economía de corto plazo, claro está) es bueno para la gente, es el mantra.
Así lo hemos visto últimamente con la crisis de Quintero-Puchuncaví, los contaminados por el plomo en Arica, la salmonicultura en la zona sur-austral del país. Productividad que mata y que atenta día a día contra la fábrica más importante del mundo: la naturaleza, que lleva años fabricando vida. La nuestra y la de las demás especies.
Las zonas de sacrificio desperdigadas por doquier son ...