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La lucha contra la minería tiene que ser global

Francisco Contreras 

Suecia es una gran “nación minera” reza el último informe de Asociación de Empresas Mineras Suecas SveMin. Y es que en medio de una inminente crisis europea, la demanda mundial por minerales podría ser la salvación del crecimiento económico sueco. Según los pronósticos optimistas de SveMin, la producción minera podría triplicarse hasta 2025 y crear más de 50 000 puestos de trabajo. Eso sí, estaría condicionada a fuertes inversiones estatales en infraestructura y cambios en la ley de minería y en la administración de las solicitudes de explotación. 

Cierto es que Suecia tiene una historia de casi mil años de extracción minera. Las minas de hierro del norte y las de cobre en Bergslagen fueron una fuente central del desarrollo técnico y económico del país. Así también, los mineros fueron pioneros en la formación de sindicatos y la radicalización de las demandas del movimiento obrero con una huelga de dos meses en 1969 en el norte de Suecia.

Hoy la producción minera no es el motor económico y los trabajadores no llegan a 10 000. Pero Suecia se mantiene como un productor importante. Produce el 80-90 % del hierro en la Unión Europa, asimismo es el tercer productor de cobre en el continente. También es conocida la tecnología de punta de transnacionales suecas como Atlas Copco y Sandviken que controlan cerca del 60 % de la maquinaria para minas subterráneas.

El boom mundial de la minería también se apodera de Suecia. Este año se han aprobado más de 150 solicitudes de inspección y el gobierno ya ha dispuesto una inversión en el sector minero de 3,5 mil millones de coronas (350 millones de euros) que van principalmente dirigidos a la construcción de infraestructura y vías de comunicación. En 10 años se estima tener 30 minas activas.

Suecia es uno de los países del mundo más rentable y barato para las transnacionales mineras. Según un estudio del Banco Mundial, Suecia estaría en primer lugar como el más rentable y de costos más bajos en comparación con países como Australia, Canadá, Chile, Sudáfrica y China. Las regalías que las transnacionales pagan son de 1,5 por mil del valor del mineral que van para el dueño del territorio y de 0,5 por mil del valor al Estado. Por tanto no es asombroso que la inversión en la minería sueca esté dominada por capitales extranjeros. Además la apertura a las inversiones extranjeras hace ya 20 años aporta un tanto en este sentido. Hoy son más de 100 empresas buscando minerales, la gran mayoría extranjeras como la empresa británica Beowuf, la noruego-finlandesa Northland y la australiana Hannans. En Pajala al norte del país, la mina Northland Resources, con una inversión de aproximadamente mil millones de dólares tiene sólo 2 % de capitales suecos.

El boom de la minería en Suecia, al igual que en otros países, ha levantado un descontento y protestas en las comunidades locales. Los sami en el norte del país han iniciado una campaña para detener la avalancha de proyectos mineros que invaden su territorio, territorios que este pueblo originario tradicionalmente usa para el pastar de sus renos. Los sami alegan que no se les consulta previamente al inicio de una producción minera, una demanda ya de mucho tiempo de este pueblo originario. Suecia es uno de los países que no ha firmado el Convenio 169 de la OIT y por tanto no tiene obligación de consultar a los pueblos originarios.

Por otra parte, las comunidades locales no reciben ningún beneficio de la producción minera en sus territorios. Lo que dejan las transnacionales mineras se lo queda el dueño de los terrenos y el Estado. El pueblo Sami alega además que la expansión de la minería en su territorio les priva de su tradicional fuente de trabajo que es su actividad pecuaria con los renos.

Lo que les queda a las comunidades locales son los efectos ambientales negativos. La minería produce enormes deterioros al medio ambiente, cuestión que ha provocado el descontento tanto en los samis, como en la población local y en el movimiento ambientalista. En la isla de Gotland, los activistas se han enfrentado al reciente proyecto de explotación de caliza en el bosque de Ojnare y en Tärnaby en el norte se ha organizado la población para exigir la detención de la minería. Los samis en el norte, los habitantes de Gotland y los de Gränna, así como de otras zonas mineras, ya están coordinando para ampliar la protesta a nivel nacional. También SAL está haciendo parte de esta coordinación, entregando una perspectiva internacional a la protesta contra la minería.

La producción y exportación de minerales no es lo único que concentra el interés de los movimientos sociales suecos. Tras la desregularización financiera, la tendencia general ha sido más que nada la exportación de capitales (inversión) que hasta hace poco era mucho más rentable que la exportación de productos minerales. Por ejemplo, los fondos de pensiones suecos, que según su reglamento buscan la rentabilidad por sobre cualquier cosa, tienen grandes inversiones en la minería latinoamericana y casi nada en Suecia. En un estudio hecho por SAL conjuntamente con Swedwatch pudimos constatar que sólo en las minas de Pascua Lama (Chile), Yanacocha (Perú) y Marlin (Guatemala) los fondos de pensiones han invertido más de 1,3 mil millones de coronas suecas (194 millones de USD). Estas inversiones son fuertemente criticadas por SAL y otros movimientos sociales por el impacto negativo que tienen las minas para la población local.

El gran reto ahora está en unir a los diferentes movimientos y protestas sociales suecos para contrarrestar la expansión minera tanto en Suecia como la inversión sueca en la minería en América Latina y el mundo. Asimismo, hoy es necesario encontrar puntos en común por sobre las barreras geográficas e idiomáticas con movimientos en otras regiones para enfrentar al capital global.

De las exigencias inmediatas, está la de detener la expansión a gran escala de la minería y exigirle al gobierno sueco invertir en infraestructura para las comunidades locales y no para las transnacionales. Así también exigir indemnizaciones a los responsables del deterioro ambiental y elevar el costo de la explotación minera subiendo las regalías. Además estos beneficios económicos deben invertirse en el bienestar de la población.

Más a largo plazo, se debe trabajar en torno a una plataforma que proponga otro modelo de desarrollo social y económico que no esté sujeto ni dependa de la extracción a gran escala de recursos naturales (como los minerales). Otro cambio fundamental es el de detener las inversiones especulativas de las pensiones en actividades económicas que atentan contra el medio ambiente, la madre tierra y la vida.

– Francisco Contreras, presidente de Solidaridad Suecia América Latina – SAL.