Lo llaman el “oro blanco”. El mineral del futuro. Aunque no hay que ir tan adelante: en el primer trimestre de este año aumentó su valor en un 47% y la tonelada supera los 7600 dólares. Todas las miradas apuntan al litio. Con él se hacen baterías para elementos electrónicos, desde celulares hasta automóviles, y se usa para almacenamiento de energía. La Argentina tiene un 20% de los yacimientos mundiales. Y si bien en los últimos años se habían anunciado proyectos estatales para darle valor agregado, la quita de retenciones y el precio en alza son un señuelo inmejorable para las mineras. La oleada de empresas privadas extranjeras que se internan voraces en el extractivismo de la materia prima ya arrancó. Lo que se pierde es el proyecto del litio como una industria nacional.
El 12 de febrero, Mauricio Macri anunció la liberación de retenciones para las mineras. La búsqueda del oro blanco desembocó en una reunión del presidente con el CEO de la firma canadiense Enirgi Group, Wayne Richardson, en septiembre. El empresario anunció que a fin de año comenzará en Salta la construcción de la planta de litio más grande del mundo, en el Salar del Rincón, a 3660 metros de altura. Con una inversión de 300 millones de dólares, esperan obtener 50 mil toneladas de carbonato de litio al año, que en 2019 generen más de 300 mil millones de dólares en exportaciones. No son los únicos. “Prácticamente el 100% de los salares están cubiertos con concesiones”, se sinceró el secretario de Minería de Salta, Ricardo Salas, al dar la noticia. Según estimaciones oficiales, en la Argentina habría disponibles más de 128 millones de toneladas de carbonato de litio.