Perú

Balazos que cambiaron la historia de un pueblo

Sobrevivientes y pobladores de Cajas Canchaque piden diálogo con el Estado

Con sus muertos y seis baleados por una patrulla policial, Cajas Canchaque es una desolación. Aunque Huancabamba está a sólo 45 minutos del pueblo, dos fiscales llegan a la escena dieciséis horas después de ocurridos los asesinatos. Mirados por 400 enmudecidos sollozantes, una fiscal llegada de la capital provincial y uno de Piura, demoran dos horas y media en su inspección.
En la víspera, después del disparo que le perforó el pecho, Cástulo Correa Huayama, agricultor de 39 años y casaca crema cayó en un maizal. Dieciséis horas después, ángelo Cruz, uno de los más viejos de este pueblo de tejados dispersos, lo mira boca arriba, con manchas en el polo amarillo y piensa en los cinco minutos en que soportó con vida. En su pantalón azul los fiscales sólo le hallaron un espejo. Unos 50 metros más abajo, cerca del camino que sube a Sapalache, el mismo hombre mira el cadáver de Vicente Romero Ramírez de 50 años y no puede distinguir el color de su polo. La herida en la espalda, le sangró demasiado. Murió entre el maíz a punto de nacer en la “arada” de su papá. Venía a visitarlo, cuando se halló con los policías que lo mataron.

La seguridad fue reforzada en Huancabamba a donde el general Walter Rivera llegó hace pocas horas encabezando un pelotón de efectivos de refuerzo. Pero al levantamiento de los muertos, no asistió ningún policía, al menos no uniformado. Al mediodía la mitad de la multitud se va siguiendo a sus muertos.
“Hace dos minutos partieron los hermanos que cayeron por la Policía Nacional”, me dice ángelo cuando las camionetas de los fiscales se han marchado, y se queda en pausa, antes de liberar el aire y alargar las frases. Antes de mirar cuánto cambió su pueblo después de la llegada de 18 ó 20 policías, que el 2 de diciembre llegaron a capturar al vecino Lorenzo Rojas García y terminaron disparando a los campesinos a quemarropa. “Nuestro pueblo se dispersó”, dice ángelo, pero no se altera porque es el vicepresidente de la comunidad de Cajas. Sus pausas son más largas que las del miércoles sangriento y a su alrededor los llantos más espaciados. “Que venga la Defensoría del Pueblo, que vengan los de derechos humanos, siempre hemos pedido diálogo, reclama sereno, pensante.
Se fueron
En el camino que sube a Carmen de la Frontera, entre un puente y la vivienda del anciano Gregorio Romero Huamán, quedó la sangre reseca de su hija Eulalia Romero Ramírez. Al día siguiente de ser baleada, Eulalia, está postrada en una cama del hospital Santa Rosa de Piura. Tiene heridas de bala en la nalga y pie derecho y van a operarla porque tiene roto el tobillo izquierdo. Y todo pasó –dice- porque ese día salió de su casa a reclamarles a dos policías que golpeaban a un muchacho de Víctir, un caserío vecino. Se llama Inocencio, había llegado a trabajar en agricultura. Y escapó en un descuido de sus atacantes que se volvieron contra Eulalia
-A otros sí defienden y a uno nada. Por qué abusan. ¿Cómo dicen que no abusan? Les había dicho la mujer de 50 años. Los uniformados no respondieron con palabras, lo hicieron con “chisguetes” y balas.
-Yo veía oscurísimo a mis dos hijitos (de 10 y 9 años). Ellos pensaron que ya me mataron.
Los niños esperaron temerosos. Se había sentado a esperar auxilio de sus vecinos y antes de que llegue la ambulancia, se enteró que la tragedia era aún mayor.
– La gente vino a avisarme que a mi hermanito (Vicente Romero Ramírez) lo han matado. Dicen que estuvo en un capulí y ahí le “aventaron” los balazos.

HERIDO MAS GRAVE EN SULLANA
Junto con Eulalia, ingresó ayer al hospital Santa Rosa, José Ramírez Guevara (43), quien resultó con la pierna fracturada por un disparo y, debido a que el hospital Santa Rosa no contaba con el personal especializado para atender su problema traumatológico, fue derivado al hospital de apoyo de Sullana. “Tiene más problema que la señora, porque presenta un problema vascular (la herida le comprometió vasos y nervios). Lo transferimos porque no tenemos un cirujano vascular en nuestro hospital”, dijo ayer el director del nosocomio, Oscar Requena.