Internacional

Minería y «cambio climático»

Hablar de “cambio climático” es una operación discursiva para naturalizar los efectos  producidos por determinadas actividades de explotación intensiva del planeta como las extractivas. Se utiliza la idea de “clima”  con la intención de asociar procesos que derivan   de la agresiva intervención de las multinacionales extractivas sobre los territorios a fenómenos naturales. El uso masivo del concepto apunta a desresponsabilizar a quienes alteran las condiciones del planeta con total desprecio por la vida como  la industria minera. La aceleración del calentamiento de la tierra por la producción de gases invernaderos y evaporación de aguas no tiene nada de natural.

Si bien es conocido que los cambios climáticos a través de los milenios siempre han existido y se suceden en forma natural y cíclica, ahora está confirmado que el cambio climático y sus efectos ambientales como resultado de las actividades humanas aceleró desde los inicios de la revolución industrial.

La mayoría de los científicos aseveran que la producción de gases invernaderos como resultados de la industrialización se agudizó en los últimos 60 años. Los agentes más notables que afectan el equilibrio climático son los aumentos en las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero  y de aerosoles (partículas microscópicas en suspensión en el aire)   y las variaciones en la actividad solar. Ambos fenómenos pueden alterar el balance de radiación de la Tierra y por lo tanto el clima. Los más abundantes GEI son el dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O) y los gases raros clorofluorocarbonos e hidrofluorocarbonos (CFCs y HFCs).

Las industrias que masifican el uso de combustibles de origen fósil, intensifican la tala de bosques, adoptan los cambios de uso de la tierra, y degradación de suelos (e.g. la minería, agricultura y la ganadería) son contribuyentes primarios en la producción de gases como el dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. Las industrias medianas y/o pequeñas como aquellas relacionadas con mecánica automotriz, refrigeración, industria petroquímica, etc., son contribuyentes secundarios en la producción de gases incluyendo los clorofluorocarbonos, ozonos y otros (Ej. polvos, sales). En ciertos casos, estos últimos generan contaminación en forma localizada pero en relación al movimiento de los vientos, la extensión, la frecuencia y el tiempo de vida de contaminantes transportados la contaminación ambiental puede ser regional y/o nacional y/o intercontinental. Es obvio, que de acuerdo al índice de desarrollo industrial y económico, los países tercermundistas   no producen la misma cantidad de gases, partículas y sales como aquellos países que están en proceso acelerado de industrialización (ej. China, India) y/o los países industrializados (ej. Estados Unidos de América, Japón, países europeos, Australia y Nueva Zelanda).

El aire

La industria minera y las industrias relacionadas a ésta,  emiten los principales gases, partículas sólidas y liquidas retenedores de calor a la atmósfera. Mientras que los contaminantes sólidos incluyen polvos originados por acción de las voladuras y/o disposición de residuos sólidos en escombreras y/o relaveras, los contaminantes gaseosos con trazas químicas orgánicas e inorgánicas derivan especialmente de procesos termoquímicos (explosivos), transformación y procesamiento de minerales, oxidación y/o descomposición de los desmontes sólidos y desechos líquidos, escapes de vehículos y aquellos liberados durante procesos como la quema de escorias y/o residuos tóxicos y/o residuos no tóxicos.

La minería, las industrias siderúrgicas y refinerías no han tomado objetividad en lo que respecta a estos problemas que afectan a la humanidad en conjunto. Por ejemplo,  el daño ambiental de las ciudades de la Oroya e Ilo como producto de la emanación de gases y la contaminación urbana por polvo de plomo a partir de los depósitos de concentrados de minerales en el Callao han sido clasificados como críticos y los programas de remediación son solo reactivos a las consecuencias.

Muchos investigadores indican que la contaminación del aire por trazas de minerales como el plomo ocurren desde hace más de dos mil años y ellos mayormente están relacionados con las primeras fundiciones de plomo y su utilización en otros servicios como la imprentas, fabricación y reparación de baterías y su empleo en gasolinas. No obstante, en el caso de la Oroya, el cual ha sido declarada como una de las diez ciudades más contaminadas del mundo por el Instituto Blacksmith, y otros poblados como Ilo y Cerro de Pasco el contenido de trazas de plomo y azufre en el aire se relacionan directamente con emanaciones en los complejos metalúrgicos y la actividad minera. Otros estudios  indican que trazas de otros metales de carácter toxico y cancerígeno como el cadmio, arsénico y antimonio también tienen presencia substancial en la atmósfera que cubren a la Oroya, Ilo y Pasco y estas igualmente derivan en los complejos metalúrgicos y mineros.

El agua

El manejo y la disponibilidad sostenida de las aguas también es otro problema que deriva como consecuencias del calentamiento global. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en base a sus observaciones y predicciones ha detectado que globalmente hay substancial fluctuación en la distribución de masas acuáticas (IPCC 2007). Por ejemplo, se ha observado que hay un incremento en la concentración atmosférica de vapor de agua, cambios en los ciclos de precipitación, reducción de áreas cubiertos por nieve y acelerado deshielo, y cambios en el contenido de agua de suelos y escorrentía. Los cambios en las precipitaciones son substancialmente variables en espacio y en el tiempo. Debido a la variabilidad de precipitación se ha notado que las aguas en las latitudes elevadas y en ciertas zonas tropicales húmedas han aumentado mientras que en latitudes bajas y medias y las zonas tropicales secas han escarceado (IPCC 2008).

Las predicciones también infieren que las sequías y los episodios de precipitaciones intensas serán más numerosos y frecuentes. Dentro de este contexto y debido a la demanda de agua que la industria minera tiene, en ciertos países, las políticas de consumo y manejo de aguas también han sido últimamente revisados y mejor legislados.

El desarrollo minero y las industrias relacionadas impactan principalmente en el comportamiento y calidad de aguas superficiales y subterráneas.

Dependiendo del tipo de extracción y los procesos hidrogeológicos que controlan el área donde las industrias se ubican, los efectos negativos en las aguas subterráneas se pueden expresar especialmente en la variación de recargo y descarga, cambio de flujos y cambios con el nivel freático. Por ejemplo si el descenso de los niveles freáticos durante la extracción de recursos acuáticos no es adecuadamente monitoreado y controlado, este puede afectar en la estabilidad geotécnica del lugar y los caudales de ríos, humedales y manantiales que están interconectados a los acuíferos o acuitares. Al igual, dependiendo de la cantidad de agua extraída, la estructura hidrogeológica del área de influencia y la división de acuíferos pueden ser comprometidas generando cambios de posición de acuíferos o generar interconexión innecesaria entre acuíferos superficiales y profundos derivando contaminación innecesaria de estos cuerpos de agua. La contaminación de estas aguas son a veces acelerados debido a la falta de programas para la prevención y control de infiltraciones que transportan contaminantes y derivan en las canchas de desmontes, relaveras y pilas de lixiviación. La circulación de aguas a través de cuerpos sulfuro-mineralizados también genera serios problemas ambientales como el drenaje ácido de mina (DAM). El DAM se origina debido a la interacción entre el oxígeno, agua, bacteria y mineral sulfuroso y es un problema común en la minería de metales bases y carbón. En el Perú, por ejemplo, se han informado ampliamente sobre la contaminación de ríos, (ej. Río Mantaro), riachuelos, lagos (ej. Lago de Junín) y otras fuentes de agua dulce como manantiales debido a contaminantes provenientes de los centros mineros y/o metalúrgicos. Otro problema, igualmente importante, es que muchas de las industrias mineras, de refinería y metalúrgicas están normalmente localizadas en zonas densa o medianamente pobladas. La necesidad de agua y uso de energía para desarrollar sus operaciones se incrementa de acuerdo a la capacidad productiva que tienen los centros y esto hace que ejerzan una presión importante sobre las necesidades de agua y energía de las poblaciones adyacentes.

Flora y fauna

En los sistemas ecológicos, la flora y fauna, también tienen ciclos determinados por las condiciones climáticas, terrestres, acuáticas y las condiciones físico-químicos de estos. Cuando estas condiciones se alteran, la flora y fauna comienzan a cambiar, migrar y se rompe el equilibrio ecológico con consecuencias impredecibles. Un ejemplo es la degradación del suelo que se origina debido al movimiento de suelos para desarrollar la minería de tajo abierto y la construcción de canchas de residuos sólidos, escombreras y relaveras. Este proceso es totalmente negativo ya que el equilibrio ecológico agua-suelo-planta-biota es alterado en perjuicio de la supervivencia de cada uno de los elementos vivos que comparten el sistema. Al igual, debido a la extracción de aguas y al desarrollo de efluentes líquidos ácidos y alcalinos, los suelos, la vegetación y biota son afectadas en gran extensión trayendo consigo la migración, muerte y/o pérdida de especies.

En suma, estos últimos decenios la industria minera ha contribuido negativamente con los cambios climáticos. La relación entre la explotación de recursos mineros y las implicaciones ambientales y su relación con los cambios climáticos son complejos y no adecuadamente considerados.

 

Fuente:https://noalamina.org/mundo/item/43119-mineria-y-cambio-climatico-2