Honduras

No podemos hablar de calidad educativa si callamos a la actividad minera extractiva

La última parada oficial para poner combustible en el carro es una gasolinera en la carretera a la altura del municipio de Morazán, Yoro. Y también ahí inicia, en la oficialidad moderna, lo que queda del contacto con el pueblo Tolupán y sus territorios. Después de ahí emerge la riqueza natural en su mayor expresión y la pobreza en su mayor dimensión. Dos contrastes. Dos formas de ver y entender la vida y una sola forma de explicar el porqué de esa realidad. El abandono intencional y ausencia desmedida del Estado y el saqueo inmisericorde de los bienes comunes.

Unos kilómetros adelante, sobre el rio Chancaya, desviamos a la derecha enfilando a los territorios de la tribu indígena tolupana Las Vegas del Tepemechín, que se ubica montaña arriba de Subirana y sobre bastos cafetales de altura. Ahí donde todo huele a vida hay mucha muerte, impunidad y criminalización contra los indígenas, por sus territorios, los bosques, el agua, los recursos mineros… en fin por sus bienes comunes.

Somos un pequeño grupo de compañeros  y compañeros de Fe y Alegría en Honduras, de aventura algunos, pero con las ganas de entrarnos entre los pueblos indígenas, hablar con ellos, contarles lo que sabemos, sin pensar en los riesgos que asumimos. Nos mueve la fe – aunque no necesariamente los dogmas – por la humanidad y el compromiso por el cuido de la casa común. También la alegría, la alegría de los pueblos indígenas que – pese al abandono – siguen siendo vida.

Y ante la desdicha indígena, y la ya presenté amenaza de las minas en el territorio indígena de la Tribu Tolupán Las Vegas del Tepemechín, decidimos ir y denunciar su práctica de muerte y construir la esperanza entre el pueblo. Fuimos a estas comunidades para hablar del cuido de la casa común, de los daños enormes que causa la actividad extractivista minera y del despojo del territorio, que esto supone, pese a que les digan lo contrario. Fuimos para contarles los planes que las empresas mineras, y los que se han aliado con ellas, tienen para estas comunidades. Lo que les espera si aceptan que lleguen y lo que pueden hacer si quieren evitarlo.

Fuimos y nos sorprendimos que muchos no saben que hay interés minero en sus territorios, que hay gente trabajando por ellos y que se han hecho exploraciones in situ para determinar el mineral y las condiciones para la explotación en la zona. Lo que es peor es que ignoran – una gran mayoría que hay una carta de intenciones que condena a la tribu y sus territorios a someterse a una empresa minera que, con el pretexto de la extracción de Barita, está buscando explotar los minerales en el territorio indígena.

Y también nos encontramos gente con ganas de abrazar la vida desde varios enfoques y con el mismo propósito de conservar la casa común para otros y otras. Hablamos con el Sacerdote, párroco y sus delegados, todos y todas comprometidos con la causa haciendo y haciéndose conciencia. Tolupanes y Tolupanas convencidos de la riqueza de su suelo y de la importancia de cuidar el territorio por el bien de los que vienen en esas nuevas generaciones de la tribu de la tribu.

Al cierre de la visita contra la minería tuvimos la oportunidad de sacar los dones que nos han sido permitido: cantamos y declamamos poesía por la vida. lo hicimos en cada espacio donde hablamos sobre la minería y en la comunidad 4 de marzo – cooperativa Unidos Venceremos – donde muchas nostalgias nos son comunes y muchas utopías aún siguen germinando.

Fuente:http://wp.radioprogresohn.net/no-podemos-hablar-de-calidad-educativa-si-callamos-a-la-actividad-minera-extractiva/