Mexico

Minera canadiense amenaza el sitio sagrado de los wixaritari en Wirikuta

Mauricio Ferrer
Real de Catorce, San Luis Potosí.- Soñaron que les sacaban las tripas. Las vísceras. El corazón. Despertaron.

El sueño se concretó: una compañía minera extranjera que amenaza con la destrucción de su templo, una amplia extensión desértica de 140 mil hectáreas enclavada en el norte de San Luis Potosí que responde al nombre de Wirikuta El 2010, año de la pesadilla.

Los mara’akame, los chamanes, los hombres de conocimiento del pueblo wixárika, en sueños, vivieron la furia de sus dioses. Les destripaban, les descorazonaban, les quitaban el alma, la vida, el aliento. A tales visiones oníricas, los líderes huicholes respondieron. Nombraron una comisión cuya misión era ver qué carajos pasaba en Wirikuta, qué demonios querían decir las imágenes enviadas por sus deidades.

Todo apuntó a Real de Catorce, el histórico poblado que alcanzó su esplendor con la minería entre 1875 y 1925, en pleno Porfiriato. Ahí, en ese lugar donde el viento sopla frío y no quedan más que los esqueletos de casas de piedra, la empresa minera canadiense, First Majestic Silver era el mero espejismo en el desierto: la promesa de reactivar la economía de un municipio que no rebasa los mil 500 habitantes; llevar de nueva cuenta el desarrollo en un punto del planeta donde abundan, junto al oro y la plata, los bolsillos carentes de monedas y el olvido gubernamental. First Majestic Silver es el monstruo de las visiones de los mara’akame que, en lugar de dos cabezas, tiene 22 concesiones en Wirikuta, el lugar donde, para los wixaritari, se originó la vida.

Wirikuta es para los huicholes lo que la Basílica de Guadalupe es para los católicos nacionales. “Es como si quisieran instalar una gasolinera en el Vaticano. No tiene precio y el gobierno mexicano no le tiene ningún respeto. El corazón de Wirikuta nos está llamando y debemos contrarrestar esa imposición”, declaró Santos de la Cruz Carrillo, miembro del comisariado del pueblo de Banco de San Hipólito, una de las comunidades wixárika de Durango, al reportero Fernando Camacho en la edición de ayer de La Jornada (5 de marzo de 2011).“Ellos creen que si destruyen la zona sagrada, les quitan la vida. Para ellos, aquí nació el mundo (…) La primera inquietud llegó hasta acá, a Real de Catorce el año pasado: algunos mara’akame de Santa Catarina Cuexcomatitlán (en Jalisco) soñaron que los dioses querían sacarles las tripas y el corazón. Fue entonces cuando conocimos de la exploración que estaba haciendo First Majestic”, detalla Humberto Fernández, un empresario hotelero de Real de Catorce, miembro del Frente Tamatzima Huahua, un colectivo surgido en 2010 para enfrentar a la empresa minera. Tamatzima Huaha está compuesto por las comunidades huicholas de Santa Catarina Cuexcomatitlán y San Sebastián, en Jalisco, Banco de San Hipólito en Durango, ejidatarios y empresarios de Real de Catorce, organismos académicos y agrupaciones civiles en defensa de los derechos indígenas.

Fernández, un tipo de largos y canosos bigotes, al igual que su cabellera, y quien ha hecho de todo en la vida –ha sido hasta actor hollywoodense: participó en la última cinta de la saga de Piratas del Caribe, al lado del actor Johnny Depp y el Rolling Stone, Keith Richards– también la ha tenido que hacer de bucanero, pero desde tierra. Años de convivir con los wixaritari que anualmente acuden a Wirikuta le han convertido, si no en uno de ellos, en uno de los mestizos al que más estiman. Una de las ventajas de este pirata, con la que no contaba First Majestic Silver, es su antepasado minero que le ha servido para investigar sobre el proyecto de la canadiense.

“Esta compañía está en un proceso de animación de la gente. Ha traído operadores para explicarles todo lo benéfica que va a ser la mina: que va a haber museos, escuelas y lo demás (…) nosotros estuvimos con el secretario de Semarnat en México y con sus asistentes en estos casos. Fue en diciembre del año pasado, en el Castillo de Chapultepec. El secretario (Juan Rafael Elvira Quesada) tenía conocimiento de eso; sus empleados nos aseguraron que no se había dado ningún permiso aún.

Ellos mismos (los representantes de la minera), en una reunión que tuvimos en diciembre dijeron que todavía no tenían los permisos. Ahí les cuestionamos los asuntos técnicos y entre otras cosas, dijeron que iban a reciclar el agua, uno se pregunta ¿agua cianurada? Es una novedad, dijeron, pero en fin, cuando se les cuestiona técnicamente no tienen respuesta”, dice Fernández.

En 2009, First Majestic Silver adquirió la veintena de concesiones a la anterior propietaria, Normabec, una empresa también de Canadá. Normabec había iniciado exploraciones en la mina Santa Ana, situada en la comunidad de La Luz, a unos cuantos metros del túnel de ingreso a Real de Catorce. Las 22 concesiones que First Majestic compró al gobierno federal en tres millones de dólares comprenden seis mil 326 hectáreas; el 70 por ciento de ellas están dentro de Wirikuta. El lugar sagrado de los huicholes posee, desde enero de 2000, un decreto de Área Natural Protegida. Otros títulos: integrante de la Red Mundial de Lugares Sagrados de la UNESCO desde 1998; y aspirante, desde 2004, a convertirse en Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Datos de la Dirección General de Minas de la Secretaría de Economía del gobierno federal indican que First Majestic Silver realiza exploraciones en la zona, en un afán de encontrar oro y plata a través de los casi 20 kilómetros de la vena de San Agustín.
“Si se ha logrado la preservación de esta cultura es gracias a su visión y su inteligencia. Cuando llegó la conquista, ellos no pelearon, fueron desplazados, con la Revolución fueron aventados a la Sierra. Los gobiernos insisten en abrirles caminos, carreteras. Para el ciudadano común eso es normal, pero suele no entenderlo porque deconoce su visión, su relación con la tierra; para ellos lo más sagrado es la Madre Tierra y de ahí parte su comunicación”, describe Humberto Fernández.

La vida no surgió en el Paraíso sino en el Cerro del Quemado

En la sierra de Catorce nació la vida. Ahí fue concebida y parida, entre el Cerro Grande y el Cerro del Quemado. A más de tres mil metros de altura, la vida dio a luz al mundo. Lo iluminó. Y dejó ver la extensión de 140 mil hectáreas de Wirikuta.

Eso fue en el pasado, en el inicio de los tiempos, según los wixaritari. Según su historia, partieron de San Blas, en Nayarit. Se fueron buscando la luz en épocas donde todo era penumbra. Caminaron, caminaron y caminaron. Casi 550 kilómetros hasta llegar a Wirikuta, siguiendo a Kayau Mari, un personaje mítico, mitad hombre, mitad venado, cuyo espíritu vive en el híkuri (peyote). Subieron por un manantial de nombre Masau Hata y volvieron a caminar hasta que encontraron la primera señal, la del abuelo fuego, en el Cerro Grande y el Cerro del Quemado.
Cada año, de los cinco puntos principales: San Blas, en Nayarit; Cerro Gordo, en Durango; Santa Catarina y Chapal, en Jalisco; y Wirikuta, en San Luis Potosí, los huicholes recrean el peregrinaje milenario. A pie.

Para el común de los mortales, no queda más que el caballo. 60 minutos de trayectoria desde Real de Catorce hacia el Cerro del Quemado. El animal deja atrás los restos de una ciudad pétrea. Se adentra en paisajes terregosos, maleza, matorrales. El sol da a todo lo que da. El viento hace lo mismo. En tiempos de frío las serpientes y los alacranes prefieren quedarse dormidos. En calor, es común que piquen o muerdan a los paseantes.

El suelo va alzándose. Va creando relieves. La primera parada es el manantial de la mina de San Agustín. De ahí se abastecen de agua los pobladores de la región, dice José, el guía de caballos. Antes, el agua venía desde las alturas. De ojos de agua provenientes de los cerros. Las actividad minera les secó. Las minas desviaron los cauces. Ahora el líquido sale de lo que quedó de ellas. De esos túneles donde salían toneladas de oro y plata, hoy, a duras penas sale agua.

Los vestigios de la mina de San Agustín se despiden con una especie de puerta de piedra con acabados árabes; la invasión de los moros a los españoles fue reproducida culturalmente por los últimos en sus conquistas. Real de Catorce no escapó a ello.

Una brecha estrecha, un barranco. Un caballo experto. Casas, ruinas, piedras, tierra. Cielo y nubes. La entrada al Cerro del Quemado. Han pasado 40 minutos. El cuadrúpedo se detiene. No quiere seguir más. A pie ahora. 20 pesos hay que desembolsar para poder subir. 20 minutos hay que caminar con rumbo al cielo. El corazón late más rapido. El sudor cae por el rostro. El aire refresca. Y unas piedras, en las alturas, dan la bienvenida. En forma de círculo, el templo del Cerro Quemado. Hasta ahí, cada año, los wixaritari llegan con peyote en mano. Lo consumen. Hablan con los dioses: la Madre Tierra, el Abuelo Fuego, el Padre Sol. Piden orientación. Uno imagina lo que sería estar de noche ahí. Entre el fuego, confesiones, rituales, cánticos. Purificación espiritual.

Antonio es un wixaritari que custodia el recinto sagrado. Tiene un hijo de 10 años: Antonino. Morenos, delgados, de facciones hechas casi a mano. Hablan poco. Desconfían en inicio. Y cómo no. Les han prometido esto, aquello. Les han vendido espejitos por piedras preciosas a lo largo de los siglos.

Antonio señala un punto. Al sur. Ahí, dice, donde hay dos montañas que asemejan dos camiones que se impactan de frente, ahí es la entrada a Wirikuta. Yoliatl, le llaman a ese lugar, lejano desde el Cerro del Quemado. Oficialmente es el municipio de Villa de Ramos, según el mapa de San Luis Potosí. Cuando Antonio da detalles de su vida, el tiempo, el viento y el ruido hacen una pausa. Y relata: del Cerro Grande salió el sol. Se postró en el Cerro del Quemado. Plasmó su rostro. Una pila de piedras que asemejan una cara.

Antonino sólo sonríe. Es un niño. Ha caminado días, al igual que su padre, para llegar al Cerro del Quemado. Pregunta si tengo hijos. Que cómo se llaman. Me ofrece un chicle. Sonríe y sonríe. Recibe los 15 pesos por la venta de una pulsera de chaquira. Dice que le gusta estar ahí, casi rozando las nubes.

Antonio toca el violín. La melodía llega hasta el tuétano. Al voltear, a tres mil metros de altura, se entiende por qué para ellos ahí se originó la vida: el paisaje es majestuoso y conmovedor a la vez. Reconforta, obliga a la reflexión. El día que Wirikuta deje de existir será el apocalipsis para el pueblo huichol.

El aire silba, y se lleva consigo, como un eco, los sonidos de la melodía que reproduce Antonio en su instrumento de madera. “Donde sale el sol”, dice que se llama la canción mientras Antonino le escucha con todos los sentidos.

La oscuridad de los metales

First Majestic Silver ha insistido en que su proyecto denominado Real de Catorce reluce como el oro y la plata. Pero la información brilla por su ausencia.

La misma Secretaría de Ecología y Gestión Ambiental (Segam) del gobierno de San Luis Potosí ha solicitado información a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) sobre la situación legal de la canadiense en Real de Catorce.

“La Semarnat nos ha respondido que la información es clasificada”, asegura Manuel Barrera Gullén, titular de la Segam, en entrevista con La Jornada Jalisco. Y garantiza con un discurso meramente político: que el gobierno potosino vigilará que los derechos de los wixaritari no se vean afectados.
En la entrada de la mina Santa Ana, pende un cartel en el que First Majestic asegura que “la mayor parte de las actividades de exploración se llevará a cabo en áreas subterráneas y probablemente no serán vistas, sin embargo, algunos trabajos pueden llevarse a cabo desde la superficie. De cualquier modo, toda la actividad de exploración requiere permisos de trabajo y todo trabajo seguirá las normas jurídicas y las direcciones ambientales”.

Más: “en este momento, First Majestic está evaluando el posible renacimiento de la actividad minera del proyecto de Real de Catorce. Los métodos de minería subterránea que se han usado en el pasado siguen siendo la única forma económica de minar en esta mina (…) First Majestic está convencido de que su inversión y participación en la actividad económica de Real de Catorce contribuirá a las creación de empleos y al desarrollo de la comunidad, evitando que la gente se vaya a trabajar al extranjero o a otros estados de la república”.

El 13 de diciembre pasado, integrantes del Frente Tamatzima Huahua sostuvieron un encuentro con representantes de la minera canadiense. En esa ocasión, la empresa mostró los planes que tiene para Santa Ana –que fue cerrada hace casi dos décadas– a partir de 2011. El proyecto incluye trabajos subterráneos a 300 metros de profundidad teniendo como punto de partida la presa de Jales, situada en el ejido Potrero a unos 10 minutos de Real de Catorce. Los planos, a los cuales tuvo acceso La Jornada Jalisco, detallan que desde Potrero se construirá un túnel de dos mil 300 metros de largo que atravesará la veta madre –en la que se presume existen cantidades de plata que las anteriores compañías no alcanzaron a explotar–, la vena de San Ramón hasta desembocar en la vena de San Agustín.

El 10 de enero pasado, First Majestic aseguró al diario Reforma que tal infraestructura subterránea estará a más de dos kilómetros del Cerro del Quemado, uno de los puntos sagrados en Wirikuta.
Tunuary Chávez, miembro de la Asociación Jalisciense de Apoyo a Grupos Indígenas (AJAGI), vocera oficial del Frente Tamatzima Huahua, asegura que la labor minera de la canadiense no terminará a la distancia prometida. Estudios realizados con sistemas geográficos por AJAGI, revelan que el túnel de First Majestic tendrá su salida a unos 992 metros de distancia del Cerro Grande, otro de los puntos clave en Wirikuta.
“Hay una serie de inconsistencias. Nos hemos dado cuenta de que en algunas partes van a ir a 300 metros de profundidad y en otras a 700 metros, dependiendo del relieve (de la Sierra de Catorce) No hablan con claridad, porque no hay un plan de explotación subterránea de cómo van a desviar los flujos hidrológicos subterráneos. El agua que toma la gente ha sido desviada por las mineras. Los proyectos de explotación subterránea han causado contaminación y han causado el desvío de los flujos; el agua ya no sale de manantiales, sino de las minas”, dice Chávez.

El daño, según consta en el Pronunciamiento en Defensa de Wirikuta firmado por el pueblo wixárika de los estados de Jalisco, Nayarit y Durango el 23 de septiembre de 2010, será irreversible para 16 centros de población ubicados dentro de la superficie concesionada, pertenecientes a seis ejidos de la zona, así como a otras localidades del Bajío, lo cual se traduce en el perjuicio de tres mil 500 personas.
“Aclaramos que haremos uso de todos los recursos necesarios para detener este devastador proyecto minero, valiéndonos de recursos jurídicos nacionales e internacionales que están a nuestro favor, así como acciones de resistencia civil y pacífica que sean necesarias”, concluyeron las comunidades wixárika en el documento.