Mexico

Dos cosmovisiones enfrentadas en la sierra norte por la defensa de la tierra

Sólo en la Sierra Norte poblana, son seis los proyectos de exploración y explotación a cielo abierto concesionados por 50 años

Sierra Norte de Puebla.- Dos visiones del mundo y el uso de los recursos naturales se confrontan en el debate sobre los proyectos mineros e hidroeléctricos puestos en marcha en varios municipios de las Sierra Norte del estado de Puebla: mientras para los indígenas ellos mismos son la Tierra, para los inversionistas la tierra es una mercancía.

Acompañadas por agentes de la pastoral de la iglesia Católica de por lo menos 120 templos regionales, organizaciones indígenas y ecologistas aglutinadas en el Consejo Tiyat Tlalli (tierra en totonaco y náhuatl, respectivamente) buscan crear conciencia en los pueblos sobre sus “efectos nocivos” y aseguran que aunque las empresas siguen avanzando ellos han logrado permear con su información en un 30 por ciento de las parroquias.

Y es que de acuerdo con el sexto informe de gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, sólo en el primer trimestre de 2012, en el estado de Puebla se entregaron 312 concesiones mineras a particulares, que se suman a las 271 otorgadas en los últimos 10 años y colocan a la entidad en el primer sitio de potencial extractivo del país de acuerdo con la Cartografía Geológico-Minera, Geoquímica y Geofísica hecha por la administración del panista.

Según la Red Mexicana de Afectados por la Minería (Rema) sólo en la Sierra Norte poblana, son seis los proyectos de exploración y explotación a cielo abierto concesionados por 50 años, con la posibilidad de ser renovados, que involucran a 37 municipios y se sabe de la construcción de por lo menos nueve hidroeléctricas en las que están involucradas las empresas Grupo México, Mexhidro y Galla, S. A. de C.V.

Foto: radioexpresion.org
Por ello, la voz de los indígenas lo mismo se escucha con urgencia en los pueblos asentados en la cuenca del Río Ahuacatlán, que en los del Apulco o el Necaxa, y pretende explicar “que el ser humano no es el centro del universo, sino un componente más de un equilibrio que debe de existir con la Madre Naturaleza; la Tierra y el Universo que son parte de un mismo todo; que la tierra no es sólo un medio de producción, sino la madre que da vida y a la cual hay que retribuir”.

Para hacer nacer la conciencia, aseguran, no hay nada mejor que la palabra recogida desde lo cotidiano. No desde la ciencia, sino desde lo pensado, lo vivido y lo actuado por los pueblos.

“Cuando hablamos sobre la tierra podemos entenderla como polvo, Tierra o planeta -dice María Nicolás de Xochitlán-, nuestros abuelos nos han contado que estamos hechos de polvo de barro y que Totatzin (Nuestro Padre) sopló en nosotros el espíritu y empezamos a vivir en pueblos concretos”.

Luego, agrega, tenemos “una Tierra, un terreno que está unido a nosotros, porque es donde trabajamos y comemos. Ahí tenemos nuestro tonantl, nuestra energía, que viene de la vida que viene de la tierra. Por eso nuestras familias cuando se van al campo a vivir, cuidan y están al pendiente de la tierra.

“De ahí que nosotros entendemos como pueblos que estamos formados por Tonantzin (Nuestra Madre Tierra) y Totatzin (Nuestro Padre) que nos establecieron en estas tierras tan llenas de bondades, y también lo entendemos como planeta, como el mundo habitado por muchos pueblos, la Casa Grande donde todos nos sentamos y compartimos la palabra”, relata María.

“Sabemos que nuestra madre tierra está amenazada, que es agredida por intereses económicos porque hay otros que la ven así para comercializar sus productos, que los extraen para competir y la ven con signo de pesos, es decir, la ven como mercancía”, añade.

Y autocríticamente reconoce que a veces también la han aprovechado de manera inconsciente. “Le tiramos basura, le ponemos agroquímicos y no la dejamos descansar. Nuestros abuelos cuando sembraban durante varios años la tierra, decían: hay que dejarla descansar, porque saben que tiene vida”.

Ante los proyectos mineros y la construcción de hidroeléctricas que se desarrollan en la región, dice María, el peor escenario será ver cómo sacan los recursos naturales y que la gente se quede callada observando la destrucción.

Somos la misma tierra

Foto: radioexpresion.org
“No podemos ser ajenos, porque dependemos y pertenecemos a la madre naturaleza. Por eso cuando las abuelas dicen que Nuestra Madre Tierra siente y le duele y la vemos cuando ya no quiere dar la cosecha. Y siendo nosotros sus hijos, su dolor es nuestro dolor, para nosotros los indígenas, la Tierra es sagrada, sin ella no somos nada. Un indígena sin Tierra, es un indígena muerto”.

Todo, asegura, está en constante equilibrio, Tonantzin y Totatzin pusieron en su lugar al sol y la luna al día y a la noche y la Tierra le va dando sentido a lo que hacemos y se hace presente en nuestros ritos. No podemos entendernos separados de la tierra, incluso somos la misma tierra”.

María Nicolás refiere que en su pueblo cuando nace una creatura, la placenta y el ombligo se siembran en un lugar especial, para que la persona ame, aprecie y quiera a su pueblo y tenga sentido de pertenencia. Incluso cuando alguien se cae, las abuelitas levantan el espíritu, se hace un rito, lo mismo que cuando no llueve y hay que ir al Altlepetl a ofrendarle comida, bebida, copal, música, para que venga el agua que es como la sangre que corre en nuestro cuerpo.

Para cada acontecimiento ligado con la naturaleza, añade, hay un ritual. Por ejemplo, cuenta, cuando los albañiles van a empezar alguna construcción hacen una oración, ponen aguardiente, prenden velas, queman incienso y piden permiso de la Tierra para hacer su obra.

Y agrega que su concepto de biodiversidad abarca no sólo a las plantas, animales, manantiales flores, etcétera, sino al cúmulo de conocimientos y tradiciones que los han hecho sostenibles como pueblos.

“De esa Tierra venimos y hacia ella vamos caminando sobre los pasos que nos dejaron nuestros abuelos, caminamos en sus huellas y por eso tenemos que cuidarlas”, asegura.

Y cuando se le pregunta que si ésta labor no le parece desmesurada, segura responde: “ciertamente sabemos que no vamos a poder cambiar al mundo y a las personas, pero si podemos despertar nuestro pensamiento y el de los jóvenes y el de nuestras autoridades, para que se unan a nosotros porque están al servicio del pueblo”

El acuerdo de los obispos

Esta labor de concientización entre los indígenas serranos, es acompañada de cerca por agentes de la pastoral Católica y apoyada por algunos párrocos de la región quienes actúan al amparo del acuerdo de la Conferencia Episcopal de América Latina (Celam) logrado en junio de 2011 en Lima, Perú, ante el auge de las actividades extractivas.

Durante esa reunión, la iglesia afirmó su compromiso “como discípulos y misioneros al servicio de la vida, de acompañar a los pueblos indígenas y originarios en el fortalecimiento de sus identidades y organizaciones propias, la defensa del territorio y la defensa de sus derechos”. Comprometiéndose a crear conciencia en la sociedad acerca de la realidad indígena y sus valores, a través de los medios de comunicación social y otros espacios de opinión”

Tal determinación, explican los jerarcas, se tomó luego de constatar la expansión acelerada de las industrias extractivas, formales e informales, “cuyas actividades tienen, muchas veces, impactos negativos en la vida de las poblaciones aledañas… porque hay una explotación irracional que va dejando una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra región”.

Los obispos critican que en las actividades para la exploración y explotación minera y de hidrocarburos se genere contaminación cianuro de sodio, plomo, arsénico, uranio, mercurio y otros metales pesados que llegan de manera directa o por infiltración a los recursos hídricos (glaciares, lagos, ríos y el agua en el subsuelo), el aire y el suelo.

“En algunos casos la contaminación perdura por miles de años, provocando graves enfermedades y mutaciones genéticas. Este hecho, sumado a la destrucción de suelos (lixiviación) y de paisajes – que para algunas comunidades indígenas son considerados sagrados- , perjudica sensiblemente la calidad de vida tanto de las personas como de animales y plantas”, afirman.

Además, dice, se pudo verificar la aparición y el incremento de enfermedades entre los pobladores “del lugar y de las comunidades aledañas afectadas por la actividad minera. En la mayoría de los casos los trabajadores y pobladores quedan abandonados a su suerte”.

Por otra parte, la Celam observa un debilitamiento de los gobiernos locales, que llegan a ser negligentes en su función de exigir el cumplimiento de las normas de protección del ambiente e incluso “usan los vacíos legales a favor de las empresas”, en lugar de defender y proteger los derechos de la población como es su responsabilidad.

En estos casos, dicen, es común la falta de transparencia de los documentos que regulan las relaciones entre el Estado y las empresas extractivas, tales como las concesiones y los estudios de impacto socio-ambiental.

Y en este acuerdo, hacen coincidir la fe cristiana con la cosmovisión indígena al considerar que “la tierra es creación de Dios y por ello tenemos que tratarla con respeto. Los seres humanos, creados a imagen de Dios (Gen 1,26), están llamados a ser administradores responsables de los bienes de la creación. No tenemos el derecho de explotar los recursos de la tierra, arrasando irracionalmente las fuentes de vida que recibimos para proteger”.

Por ello en las asambleas informativas de los pueblos indígenas de la Sierra Norte poblana, es común escuchar el Salmo “De Dios proviene la vida” en el que piden a Tonantzin, madre de la vida y Totatzin padre de nuestra existencia, que se acuerde de los pueblos que establecieron en la antigüedad.

Ruegan además porque les den sabiduría y fuerza a sus corazones “para ya no dejarnos empobrecer y confundir por el ansia de poder ideológico, económico, político e inclusive religioso”, pero también porque siga acompañando sus luchas por “instaurar cielos nuevos y tierra nueva”, para que anime a sus corazones para mantenerse unidos y solidarios con sus pueblos.