En el cotidiano devenir de nuestros días, como zacatecanos/as predomina en nosotros/as un orgullo plausible emanado de la actividad minera, se ha generalizado la acepción hacia la misma como una idea-fuerza, incluso de quienes no son mineros/as. Orgullo histórico-nostálgico, expresado en el canto de sirenas que representa ser el principal productor de plata a nivel mundial, discursos arraigados y reproducidos con un sentido utilitarista de fondo, el cual, no logramos descifrar en lo común. Desigualdades complejas giran alrededor de este nudo, despojos y saqueos de años atrás y presentes a la par del blasfemo discurso gubernamental del progreso y desarrollo, modernidad marchita la que nos acoge, promesas y una multiplicidad de problemáticas en lo concreto que abarcan lo económico, social y sobre todo, lo ambiental.
Nos han heredado un esquema impositivo desde la colonia en los sensores del pensamiento, que ahora se alimentan por los nuevos embates subjetivos que expresa el interés capitalista, máxima ganancia a toda costa. Pasar por encima de todo y de todos/as, (neo)-colonizando y controlando no sólo los territorios terrestres, sino hasta los marinos y los territorios-cuerpo; atravesar con la razón productivista el ser y los saberes; re-imponer una forma universal, lineal y total de ver la historia; y constituir un esquema de relaciones donde la naturaleza y el ser humano-(deshumanizado) pasan a ser objetos de explotación total.
Desde las esferas del gobierno y algunos espacios públicos se pregona la defensa de la inversión privada extranjera y nacional en materia de extracción, como uno de los pilares de los planes de desarrollo (estatal y nacional), así como la vía de generar empleo y el ya citado progreso y crecimiento económico. Pero nada se dice del carácter altamente tóxico que guarda esta propuesta (necro)-económica, por ello la urgencia de preguntarnos sobre la minería en Zacatecas y lo que estamos hablando al referirla.
Hablamos indudablemente de un falso desarrollo en los términos convencionales con que se pregona y por ende, de la nula articulación social y bienestar entre las poblaciones donde se depositan los yacimientos minerales, las empresas y los gobiernos de los diferentes niveles involucrados. El modelo de extracción a cielo abierto, que actualmente va ganando más terreno, es sumamente devastador, utiliza mayores cantidades de energía, mayor espacio territorial y cada vez más elevados niveles de agua; para la vida y las comunidades esto representa la muerte, para el capital y los gobiernos dicho modelo ahorra costos y tiempos. ¿De qué nos sirve ser el primer lugar mundial de extracción de plata si no se refleja en las zonas de impacto? ¿Por qué desde el trazado de planes los gobiernos no se cuestionan el tipo de extracción, el tipo de mineral y las cantidades a extraer? ¿A quién beneficia la extracción y/o para qué se extrae? Ya que los costos ambientales no se justifican, se estima que en los últimos años la demanda mundial de oro se distribuye con un 60% para joyería; 30% para los bancos centrales y la constitución de reservas y sólo un 10% se utiliza en el sector industrial, médico y tecnológico.
En 2015 el valor de la producción total en Zacatecas en pesos corrientes fue de $63’136’504’388.53, aportando el 22.98% del valor total nacional; pero esto, de qué nos sirve; pongamos de ejemplo el drama minero que se vive en Mazapil. En el mismo año fue el principal productor de oro en el país con 21.2% de la producción total y el nivel de vida de sus habitantes es de los más deplorables, persisten sendas desigualdades socioeconómicas, a pesar de que el grado de marginación pasó de alto a medio de 2005 a 2010, es un indicador que abre muchos cuestionamientos, pues no se mide en su totalidad los amplios parámetros que exigen un bienestar social real, recordemos que las cifras son manejables para responder a las demandas de efectividad estatal.
Sin duda, el tipo de minería que vivimos en estos tiempos es diferente en amplias dimensiones a la minería subterránea convencional, es la muestra del agotamiento tanto del territorio y minerales como de las técnicas y formas de extracción, además, es la muestra latente de la crisis ecológica que se vive a nivel planetario. Entonces, ¿Hablar de minería bajo estas condiciones es un motivo para seguir sintiendo orgullo? Estamos a tiempo de cuestionar con un carácter más crítico, auto cuestionarnos y reflexionar sobre la vida, trascender esa idea maniquea de la ganancia a toda costa y pensar en la toxicidad y daño que este tipo de minería está causando a los ecosistemas, a las personas y los territorios en general.
Es momento de recapacitar y pensar en una salida a esta encrucijada ambiental y social, en el estado hay diferentes expresiones de que es posible, en Salaverna la esperanza sigue en pie, Don Roberto de la Rosa y su lucha incansable de construcción política desde abajo es ejemplo claro de ello, es momento de poner en la mesa un punto de quiebre ontológico y epistémico, uno que nos conduzca a un tipo de relacionamiento más humano. ■
Fuente:http://ljz.mx/2017/12/01/mineria-en-zacatecas-de-que-estamos-hablando/



Federico Guzmán López, investigador de la Unidad Académica de Estudios Críticos del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), advirtió que los megaproyectos mineros y otras actividades extractivas vulneran el derecho al agua de casi 12 millones de mexicanos.

El pasado 26 de agosto, el proyecto minero Caballo Blanco-La Paila de la sierra costeña de Chiconquiaco (Veracruz, México) retiró el Manifiesto de Impacto Ambiental (MIA) presentado a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) con la finalidad de comenzar la fase de explotación y extraer oro en un proceso a cielo abierto.
Cosoleacaque, Ver.- Cientos de personas, adheridas a las asociaciones Movimiento Regional Indígena y Resistencia Civil, se manifestaron la mañana de este lunes para exigir alto a las tarifas altas de luz y a las actividades de minería y gasoducto, pues las califican como “megaproyectos de muerte”.
Continua la oposición por parte de habitantes de la comunidad del Siete y del ejido Dinamita municipio de Gómez Palacio y del Comité de Pueblos y Comunidades por la Defensa de la Vida, el Territorio y el Agua, por la instalación de la compañía dedicada a la fabricación de cianuro de socio «Chemours Company».
Los campesinos del sur de Chiapas que tratan de frenar 21 concesiones mineras, dentro de una zona de reserva en la Sierra Madre de México, llevan varios días y muchas horas hablando sobre cómo fue su última pelea con machetes y piedras contra un grupo de personas contratado —aseguran— por las empresas afectadas por su lucha.
Aunque la minera canadiense continúa operando en la región, en comunicación con el Gobierno del Estado y la complicidad de privados, el ejido Benito Juárez mantiene fuera la actividad minera, cuando por decisión unánime de la Asamblea General se votó por expulsar a Mag Silver del ejido por 99 años, trascurridos desde el 17 de noviembre del 2012, tras el asesinato de líderes barzonistas que sostenían la lucha contra la minera.
El Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS) alertó que de las 64.5 millones de hectáreas de bosques y selvas que hay en México, el 22.56% se encuentra concesionado o asignado para el desarrollo de actividades mineras.
■ Carta de la Tierra aborda cómo cambiar el modelo mental mecanicista a uno más humano