La mayor parte del camino entre Chinicuila y Coahuayana es de terracería. En medio de la noche, la camioneta de las autodefensas se detiene y sus ocupantes intercambian unas palabras con el hombre montado en un enorme camión de carga (hay otros cinco o seis vehículos a la espera de su carga de fierro).
Del lado derecho, una montaña de tierra amenaza —llueve a cántaros— con caer sobre el camino. Arriba, una retroexcavadora, de las conocidas como mano de chango, ha parado por un momento su trabajo. «Esta mina es de los templarios», dice uno de los integrantes de las autodefensas que guían el recorrido.