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San Miguel del Progreso prefiere vivir sin mineras ni partidos: autoridades

Miles de indígenas me’phaa (tlapanecos) peregrinan cada año al cerro sagrado de Tepilzahuatl, en la parte más alta de la comunidad de San Miguel del Progreso, municipio de Malinaltepec, en la Montaña alta de Guerrero, donde se pretende explotar una mina.

Para la comunidad este lugar es sagrado porque ahí mana el agua. Sin embargo, a pesar de que ganaron un amparo contra el proyecto minero Corazón de las Tinieblas, creen que aún están en riesgo.

El presidente del comisariado de bienes comunales, Valerio Mauro Amado Solano, mostró en un recorrido los sitios sagrados de San Miguel, localidad de 3 mil 800 habitantes, 837 de los cuales son comuneros, y 400 de ellos, mujeres. Viven en las colonias anexas de San Camilo, Llano de Epazote, Santa Teresa, Aviación, Cerro del Pájaro, San Antonio y Llano del Cuajilote.

La fiesta de San Marcos, el 24 de abril, es una de las más importantes, refiere Amado Solano, pues acuden sus vecinos de Colombia de Guadalupe, Paraje Montero y del municipio de Iliatenco.

Asegura que esta celebración se remonta a los tiempos de Jesús (de Nazaret), cuando subió a lo alto de los cerros para orar. Eso es lo que hacemos nosotros, pues quiere decir que en lo alto hay bendiciones, recibimiento de palabras y oraciones. Un ejemplo de la Biblia.

El comisario municipal, Luis Galvez Ortega, explica que en el ritual se ora por los difuntos y los vivos, y por los que han muerto desde el Antiguo Testamento, en los mares, en los ríos, a causa de fenómenos naturales, pues sus almas navegan sin rumbo, agrega.

Amado Solano dice que sólo los principales rezan por la comunidad, el municipio, el estado, el país, por el mundo, la naturaleza, por las naciones en guerra. Piden que los mandatarios gobiernen con justicia y que Dios los ilumine.

Si llegan las mineras, expresa, se acabará la fe y vendrá la desgracia. Por eso nos organizamos para no permitirlo, añade.

Menciona que hay una piedra prehispánica a la entrada del pueblo y que una vez la comunidad quiso quitarla, pero cuando empezaron a picarla un pedazo descalabró a uno de los trabajadores, así que mejor la dejaron.

En el Cerro del Muerto, donde se asienta el pueblo, se realiza uno de los ritos más importantes de la comunidad, en una roca hueca que semeja una troje de maíz, debajo del camposanto.

Un cazador mata a un animal (su nahual) y debe llevarlo a la cueva; de lo contrario, su familia puede enfermar. Al animal muerto se le ahúma con copal antes de descuartizarlo.

Al llegar a casa, el cazador coloca el cráneo del animal en algodón y reza para ofrecerle disculpas por haberlo matado. Luego acude a la cueva acompañado de los principales para depositar el cráneo.

Ahí, entre velas, copal, cigarros y aguardiente, un principal y el cazador le rezan al cráneo. El rito es en honor al dios del monte, y a San Eustaquio, dueño de los animales salvajes.

Otro rito es el de los rezanderos, quienes oran en los días gloriosos, sábado o miércoles.

La mina afectaría este lugar sagrado, el camposanto, las capillas, los árboles, los animales, el agua. Aún hay comunidades débiles porque están mal organizadas. Les ofrecen algunos

millones de pesos para que se hagan a un lado de nuestra lucha, indica Gálvez.

El triunfo sobre las mineras se logró en parte porque San Miguel del Progreso se rige por usos y costumbres. Aquí los partidos políticos no entran, pues nos hemos dado cuenta de que son para acabar con la gente humilde. Nos dividen y nos empezamos a pelear cuando eligen representantes. No apoyan, dice Amado Solano.

“No hay como la organización comunitaria, porque no se maneja dinero. La autoridad hace asambleas generales cuando hay necesidad. Nuestra policía comunitaria informa de la convocatoria.

Aquí a las 10 de la noche nadie entra ni sale, porque se pone una cadena, que se quita a las cuatro de la mañana.

Fuente:http://www.jornada.unam.mx/2017/07/26/estados/023n2est