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Peñasquito produce cuatro veces más que antes de la pandemia de Covid-19

▲ Un camión yucle con una carga de 330 toneladas de material sale del socavón Chile Colorado, uno de los dos tajos a cielo abierto de la minera Peñasquito, en Mazapil, Zacatecas.FotoFoto Alfredo Valadez  Rodríguez

▲ La planta metalúrgica de sulfuros, donde se procesan el zinc y el plomo de la mina.Foto Alfredo Valadez Rodríguez

A. Valadez y R. Medrano
Corresponsal y Enviado, Periódico La Jornada, 16/11/2020
Mazapil, Zac., A la industria del oro en Zacatecas nada la detiene, ni siquiera el Covid-19. Cada 24 horas, con gigantescas máquinas, 500 mil toneladas de materiales rocosos se extraen del corazón de la mina Peñasquito, el yacimiento polimetálico propiedad de la estadunidense Newmont que el consorcio presume como «de clase mundial», equiparándola con sus proyectos en Australia.

Hasta este páramo ubicado en el Valle de Mazapil, en el desierto norte del estado, en medio de yucas, matorrales, cactos y mucho polvo, acuden miles de trabajadores y contratistas a prestar sus servicios, procedentes de distintos lugares de México, y algunos desde Canadá, Chile, Perú y Alemania, a pesar de los riesgos por la emergencia sanitaria global.

Para operar, la empresa puso en marcha un estricto plan sanitario –en el que ha invertido más de 24 millones de pesos en los últimos meses– para proteger a sus empleados y evitar la propagación del virus entre su personal, porque aunque tiene asombrosas máquinas y avanzados sistemas de extracción, sus obreros siguen siendo su principal activo. Sin ellos no se produciría oro.

Así, tras una fuerte inversión en equipos, insumos, pruebas y personal médico contratado para contener los contagios –todo financiado por Newmont con un fondo global creado ex profeso, y a pesar de la reducción de mano de obra en sus operaciones–, Peñasquito ahora es, paradójicamente, cuatro veces más productiva que antes del Covid-19.

Hasta abril de 2019, esta mina era propiedad de la trasnacional canadiense Goldcorp, pero Newmont la adquirió para colocarse como uno de los principales productores de oro en el mundo, dentro del exclusivo grupo de 28 miembros del The World Gold Council, entre ellos China Gold, Barrick y Royal Gold Inc.

Aunque en el primer trimestre la pandemia ensombreció los planes de Newmont en Peñasquito, por las restricciones sanitarias impuestas por el gobierno mexicano, que la obligaron a parar operaciones en abril y mayo, desde el primero de junio (cuando las autoridades federales declararon la minería «actividad esencial»), sus gigantescas máquinas volvieron a rugir para extraer los valiosos minerales de este yacimiento.

En una cadena de procesos que no se detiene, día y noche cientos de miles de toneladas de rocas son sometidas a fases de quebrado, molienda y métodos metalúrgicos –según sus características–, en dos enormes plantas de sulfuros, o con el método Merrill-Crowe, que incluye el proceso de lixiviación por montones, con una solución de agua y cianuro (cuestionado por ambientalistas en todo el mundo), para obtener oro y otros valiosos subproductos.

Detrás de este auge hay un motor geopolítico: la guerra comercial entre China y Estados Unidos, así como la crisis económica global por la pandemia, que empujaron este año el precio del oro al alza, hasta un precio promedio de 2 mil dólares la onza (30 gramos) en agosto pasado.

Además, la proyección de algunos economistas es que, a pesar de que ha habido variaciones a la baja, a mediano plazo el metal dorado seguirá escalando en los mercados internacionales, pues también se ha incrementado la demanda de oro físico.

Aunado a estos incentivos, Newmont encara, con la pandemia de Covid-19 a cuestas, el reto de no renunciar a la ambiciosa tarea que sus inversionistas planearon justo antes del confinamiento por el Covid-19, en febrero de 2020: incrementar sustancialmente la productividad de Peñasquito para llevarla al mismo nivel de Boddington Gold, la segunda mina de oro de mayor tamaño en Australia, también de su propiedad.

Montañas artificiales, huella de la minería a cielo abierto

Decenas de kilómetros antes de llegar al complejo minero se observan cerros de piedra estéril, tepetate y desechos terrosos de los procesos metalúrgicos, conocidos como relaves, que en más de una década de operaciones se han acumulado. Esa es la huella del extractivismo minero en la región.

El cerro artificial más grande es precisamente el almacén de relaves, un monte de 100 metros de altura y 11 kilómetros de perímetro, de forma rectangular, diseñado por los ingenieros para contener un volumen superior a 822 millones de toneladas de materiales rocosos.

Tras el impacto visual que causan los cerros de desechos mineros al arribar al yacimiento de Newmont, ubicado 300 kilómetros al noroeste de la capital de Zacatecas –muy cerca de la frontera con Coahuila–, destacan los campamentos instalados en el sitio, perfectamente alineados, con letreros que ordenan silencio.

Son los dormitorios para el ejército de trabajadores de la mina, y ahora una parte de ellos son habitaciones para aislar a los empleados contagiados de Covid-19.

Centenares de habitaciones, casi todas rectangulares, parecidas a un campo militar por lo parcas y lo alineado de las barracas prefabricadas; por su color uniforme y casi monocromático, blanco y beige claro.

En este sitio Newmont posee la concesión minera otorgada en 2007, durante el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, para explorar, explotar y beneficiar los minerales que se encuentran en un polígono de 5 mil 462 hectáreas, rentadas a campesinos de cinco ejidos.

Por su dimensión territorial y sus reservas de metales preciosos, probadas y probables, para la compañía estadunidense, Peñasquito representa ya 20 por ciento de la producción global de oro que sus filiales producen en el mundo: Australia (20 por ciento), la mina Nevada Gold (18 por ciento); Sur América (17 por ciento), otros proyectos en Norteamérica (14 por ciento) y África (11 por ciento).

En el enclave zacatecano laboran 5 mil 300 empleados directos: 2 mil 99 sindicalizados, además de otros 763 no sindicalizados –trabajadores de confianza clasificados como «colaboradores»– y unos 2 mil 300 obreros que prestan servicio en el yacimiento y dependen de subcontratistas externos (outsourcing). Actualmente el complejo minero opera con 50 por ciento de su personal; aun así, es más productiva que antes. Es el ideal capitalista: producir más con menos.

Hoy día Peñasquito tiene reservas probadas de 8.1 millones de onzas de oro, lo que extenderá la vida del yacimiento los próximos 12 años, sin contar sus reservas de plata, zinc y plomo.
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