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Latinoamerica

La minería: ¿otra vez motor del desarrollo?

gran_miner_a_thumb“Desarrollo es igual a crecimiento económico
y al modelo de modernidad que lo acompaña.
 En esa visión dominante, la naturaleza es
considerada sólo como mercancía”.

En: Territorios y recursos naturales: el saqueo versus el buen vivir


Si recordamos la pasada campaña electoral a la Presidencia de la República, el candidato Juan Manuel Santos siempre dejó claro que el ‘crecimiento económico’ sería uno de los factores determinantes para el desarrollo del país. Según él, “colocar a la economía colombiana en un nivel de crecimiento alto y sostenible, [sería fundamental] porque sin eso, las políticas de generación de empleo y de lucha contra la pobreza se [harían] cada vez más difíciles» (Portafolio, 27/04/2010).

Hoy, como presidente electo, puso en marcha lo que llama las cinco locomotoras del progreso (infraestructura, vivienda, agro, innovación y minería) como la columna vertebral para alcanzar dicho objetivo. Lo que aquí queremos poner en discusión es cómo en el caso particular de la minería soportada en la tríada inversión ̶- extracción de recursos ̶– exportación, se alimentan las esperanzas en un modelo de desarrollo que contrasta con los impactos sociales, culturales, políticos y ambientales negativos de su implementación.

La magnitud de estas dos tendencias paralelas se deja entrever a la luz de algunos datos.

En cuanto a la tríada, este es un fenómeno generalizado en América Latina, pues todos los países sin excepción le apuestan a la inversión extranjera directa (IED) en recursos naturales como una alternativa para el desarrollo de los países. Por ejemplo, esto se evidencia en el caso colombiano, pues tomando como base las estadísticas de la CEPAL, mientras para 1997 la inversión en extracción de recursos naturales alcanzaba el 12%, para 2010 ésta representaba el 73,5% del total de las inversiones (CEPAL, 2007 y 2011).

Ante este panorama, un referente imposible de olvidar es el camino transitado por América Latina sobre los hombros de los negros, los indígenas y los colonos a finales del siglo XIX y principios del XX. Durante ese tiempo, bajo circunstancias similares a las actuales, ocurrieron crecimientos importantes en las exportaciones de recursos naturales a partir de grandes inversiones extrajeras. Éstas fueron el sustento de una idea de progreso como sinónimo de crecimiento económico, que no fue suficiente para evitar que años después entráramos a hacer parte de los llamados países subdesarrollados.

Respecto a los diversos efectos del modelo, si miramos a las comunidades en los términos bajo los cuales se mide tradicionalmente el desarrollo,  es posible entrever los altos niveles de pobreza en que viven y con ello el insuficiente acceso a los servicios básicos, la baja calidad en la educación, los altos niveles de desempleo y los altos niveles de inequidad, entre otros.

Bajo este panorama surge la siguiente pregunta: ¿por qué después de casi un siglo de implementación de un modelo basado en la explotación de recursos naturales a partir del cual América Latina fue denominada como región subdesarrollada, hoy se plantea nuevamente este modelo (inversión ̶– extracción ̶– exportación ̶ crecimiento) como la mejor alternativa para el ‘desarrollo’ de nuestros pueblos?

 La ideología del progreso y la paradoja del desarrollo

 La respuesta a la anterior pregunta puede plantearse desde diferentes perspectivas, por lo cual aquí se expondrán dos elementos que aportan a esta discusión:

Por un lado, deben considerarse los efectos de la denominada ideología del progreso, que fundamenta el modelo planteado desde al menos tres categorías: 1) lo posible y necesario, 2) lo técnicamente manejable y 3) lo democrático.

Lo posible y necesario hace referencia al hecho de que al encontrarnos sumergidos en la dinámica del mundo actual, ¿cómo podríamos negarnos a la posibilidad de alcanzar los niveles de desarrollo de los países industrializados? 

Lo técnicamente manejable tiene relación con la visión centrada en el hombre (antropocéntrica) que separa al hombre de la naturaleza, y sustenta dicha ideología en la necesidad de apropiación y explotación del medio para alcanzar el progreso.

Lo democrático pretende cooptar los modelos alternativos al desarrollo preexistentes en América Latina por la vía de la aparente posibilidad de acceso de todos al mercado capitalista.

Por otro lado, está la eterna paradoja del desarrollo que pregunta por la fórmula mágica de cómo alcanzar el crecimiento económico sin afectar negativamente la naturaleza, partiendo de que la promesa del desarrollo descansa en que éste puede ser universalizado en el espacio y duradero en el tiempo.

En este sentido, los gobiernos en América Latina han caído presos de dicha ideología y dicho dilema. Mientras en términos sociales las comunidades claman por una sociedad más justa y equitativa, y en lo ambiental se busca intensificar las medidas orientadas a la conservación de los recursos, el Estado propende por garantizar las condiciones de competitividad que incentiven la acumulación capitalista de las empresas nacionales y transnacionales que aporten al crecimiento económico. 

Una clara muestra de esta paradoja es el Estado colombiano, pues en el caso directo de la minería, mientras plantea que no son prioritarios ni posibles aquellos proyectos que no guarden relación o no se enmarquen  en la “conservación y protección del ambiente, los recursos naturales y la prevención de amenazas y riesgos naturales, (…) [o en la] conservación, preservación y uso de las áreas e inmuebles consideradas como patrimonio cultural” (Fierro, 2011), a su vez, promueve y define políticas y criterios frente a la competitividad del país. En el caso colombiano, el gobierno plantea que las características del sistema tributario nacional son una de las fortalezas para incentivar la inversión extranjera directa.

Entre éstas podemos destacar las siguientes: que posee la más baja tasa efectiva de impuesto sobre utilidades corporativas, que no tiene impuesto de retención sobre ganancias giradas al exterior, y que cuenta con el más bajo IVA promedio, entre muchos otros (Fierro, 2011).

Sin embargo, los efectos de dicha ideología y paradoja no se quedan en estos niveles, pues paralelamente se manifiestan en el deterioro de las condiciones sociales de las comunidades, en la intensificación de los procesos de desterritorialización y en la consecuente pérdida de autonomía territorial y de procesos crecientes de dependencia cultural.

En este sentido, si bien se esperaría que el Estado asuma una postura frente a esta paradoja, no es posible pensar en encontrar una respuesta desde allí mientras se siga negando la posibilidad a alternativas que no se rijan por la lógica de la dinámica capitalista. Por lo tanto, se requiere del planteamiento y del reconocimiento de alternativas al desarrollo desde Latinoamérica que respeten la diversidad de formas de ver y entender el mundo que se manifiestan bajo la multiculturalidad propia de esta región.

Referencias

:

CEPAL (2007), La inversión extranjera en América Latina en 2006. Santiago de Chile.

_____ (2011), La inversión extranjera en América Latina en 2010. Santiago de Chile.    

Fierro, Julio (2011), “La minería en Colombia: un oscuro panorama”, presentación realizada en el “Encuentro Acción colectiva y megaproyectos mineros”. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 18 y 19 de mayo.

Gudynas, Eduardo (2009), “El nuevo extractivismo del siglo 21. Diez tesis urgentes sobre el extractivismo bajo el progresismo sudamericano actual”. En: Schuldt, Jüguen y col., Extractivismo, política y sociedad. Serie cuadernos de capacitación. Quito: CAAP – CLAES.

_____ (2010), “La ecología política de la crisis global y los límites del capitalismo benévolo”. En: Íconos. Revista de Ciencias Sociales, No. 36, Quito.

Sachs, Wolfgang (1996), “La anatomía política del “desarrollo sostenible””. En “AAVV. La gallina de los huevos de oro: debate sobre el desarrollo sostenible”. Bogotá: CEREC.