organera xochipala
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La explotación minera y caza depredan fauna y sitios arqueológicos de Guerrero

organera xochipala“Desde la época prehispánica el ahora territorio guerrerense ha poseído una rica gama de recursos naturales y culturales, por ello a lo largo de su historia despertó la codicia de pueblos cercanos y lejanos”, señala la arqueóloga Rosa María Reyna Robles, quien pone de ejemplo la caza y extinción de especies animales y vegetales que formaban parte de la alimentación prehispánica y la demolición de una zona arqueológica a causa de la explotación minera en el ejido Carrizalillo como prácticas vigentes de depredación.

La especialista de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) comenta que las rocas metamórficas fueron el recurso que más se ambicionó en la época antigua en Guerrero, porque de ese recurso geológico se obtuvieron pizarras, jadeítas y el cristal de roca, que sirvieron para fabricar piezas rituales y adornos.

“Pero la geología sigue siendo de interés, porque algo terrible está pasando en la sierra y es que se ha descubierto que hay montones de oro y plata, entonces las compañías mineras, sobre todo las canadienses, están haciendo una depredación ambiental y humana. Hablo de la explotación de la mina de Carrizalillo (a cielo abierto) donde ya arrasaron una zona arqueológica de la cultura mezcala”, destaca la investigadora.

En cuando a los recursos zoológicos de la cuenca guerrerense, añade, sólo quedan los registros fotográficos debido a la depredación intensiva del venado cola blanca, pecarí, liebres, coyotes, pumas y lagartos.

Rosa María Reyna Robles destaca que la evidencia de que la entidad fue refugio de dichas especies es la zona arqueológica La Organera-Xochipala, ubicada en la Sierra Madre del Sur, que fungió como el centro urbano más representativo de la cultura mezcala, con una extensión de 18 mil metros cuadrados ocupados —de acuerdo con los registros cerámicos— durante los años 585 a.C. y 965 d.C.

“En el edificio número 23 de la zona, que para efectos de la visita pública se llama El Palacio Quemado, que tiene puras terrazas con sedimento que al bajar van destruyendo las paredes, ahí Alicia Blanco y Gerardo Villanueva, biólogos de la DSA, hicieron análisis y hasta 2003 habíamos encontrados 500 elementos óseos de animales, de los cuales, liebres y conejos se llevaban el primer lugar, seguidos de venados cola blanca, pecaríes y peces de agua dulce; además registraron conchas naturales y trabajadas, sobre todo madre perla”, precisa.

En cuanto a las prácticas de desecho, indica, no han cambiado mucho respecto a la actualidad, porque la mayoría de los huesos identificados se obtuvieron de un desagüe. “Era una especie de palacete pero a un lado había un patio que tiene una alcantarilla al centro y ahí notamos que tiraban la basura”.

El Palacio Quemado fue uno de los pocos edificios, o mejor dicho, el único que no fue saqueado en La Organera-Xochipala, motivo por el cual los arqueólogos también encontraron el entortado del techo plano que cayó sobre maíz quemado. “Empezamos a recuperar los restos de ese maíz con espátulas y frascos, terminamos extrayéndolos con palas y obtuvimos una gran cantidad de mazorcas quemadas, que aproximadamente fueron 2 metros cúbicos”.

De esa cantidad, agrega, la especialista Laura González seleccionó 500 mazorcas e identificó distintas variedades: maíz bolita en un 73 por ciento, zapalote chico en un 20 por ciento y tabloncillo en un 17 por ciento. “Estas mazorcas se trasladaron porque nos pidieron la muestra en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, entonces actualmente están ahí y otros biólogos siguen encontrando más variedades, a la fecha llevan identificadas nueve variedades más”, detalla Reyna Robles.

DIETA PREHISPÁNICA. Otro de los cultivos importantes, de acuerdo a las referencias bibliográficas, era el cacao y el algodón, el primero se sembraba en toda la parte de la cuenca ya que su único requisito es tener humedad permanente, misma condición que requería el algodón.

“Tenemos pocos datos en Guerrero de análisis polínico, de semillas y de plantas recolectadas, pero uno de los sitios donde sí se hizo dicho análisis fue Teopantecuanitlán en donde los vestigios indican una dieta que incluía peces de agua dulce procedentes del Balsas, cangrejos, temazates (venado de montaña), venados cola blanca, liebres y perros. Según el conteo de los perros hechos por Óscar J. Polaco representaron más de la mitad de la carne animal consumida. También se encontró presencia de maíz y camote”, precisa Reyna Robles.

Teopantecuanitlán es una zona arqueológica que significa el lugar del templo de los dioses jaguares, ubicada en la cuenca alta del río Balsas-Atoyac y su importancia radica en ser el único asentamiento con arquitectura monumental olmeca en Guerrero. De acuerdo con Rosa María Reyna Robles, el sitio tuvo cinco etapas de ocupación en casi 800 años, que van del 1400 a.C. al 600 a.C. También destacan construcciones que marcan el equinoccio solar y presencia de jaguares del juego de pelota ritual.

Sobre la transformación de los recursos naturales, la especialista señala que la producción alfarera ocupó un lugar predominante en la zona, sobre todo la cerámica regional y local con fines domésticos, como lo indica el registro en La Organera-Xochipala y Teopantecuanitlán.

“La cerámica blanco granular es la más común y antigua en Guerrero, en Teopantecuanitlán la excavamos junto con tiestos estilo olmeca, ya que la forma principal de estas piezas eran jarrones con tres asas y se sugiere que en éstos se depositaba y transportaba miel”, indica.

Fuente: http://www.cronica.com.mx/notas/2016/973412.html