Internacional

La búsqueda de gemas en las belicosas tierras de Afganistán

31 de diciembre 2011
Gaspar Ruiz-Canela
La búsqueda de gemas en las remotas e inhóspitas zonas de Afganistán en las que se ubican las minas de rubíes, esmeraldas o zafiros, nunca se ha detenido a pesar de las guerras y la inseguridad que arrastra este país centroasiático.

«Los afganos nunca han dejado la minería de las piedras preciosas, ni durante la invasión soviética ni durante la guerra de 2001 contra los talibanes», explicó a Efe Vincent Pardieu, gemólogo y explorador oficial del Instituto Americano de Gemología (GIA), en Bangkok.

Desde 2006, Pardieu ha pasado en cinco ocasiones temporadas en las principales minas del noreste de Afganistán con el objetivo de estudiar la extracción de las piedras preciosas en áreas aisladas de difícil acceso y no exentas de riesgos.

«Mi trabajo no es peligroso porque siempre planifico el viaje con amigos locales, aunque a veces tenemos que conducir por caminos muy estrechos de montaña y hay que evitar las zonas minadas o controladas por los talibanes», indicó este gemólogo francés.

En Afganistán la venta de explosivos empleados con regularidad en otros países para llegar hasta las vetas está prohibida, por lo que los lugareños utilizan con este fin restos de las bombas de la época de la invasión soviética y fertilizantes.

«Algunos dicen que las esmeraldas de Panshir son pequeñas, no es eso, sino que la mitad se destruye y la otra mitad salta en pedazos por los fuertes explosivos», dijo Pardieu, quien desde hace diez años lleva una vida que evoca al personaje ficticio de las películas de la serie «Indiana Jones» .

La mayoría de las minas de piedras preciosas, explotadas por familias que muchas veces también se dedican la agricultura para poder sobrevivir, están enclavadas en rocosas montañas a las que sólo se pueden llegar caminando o a lomos de una burra, un animal muy apreciado en Afganistán.

«Las gemas no son un recurso estratégico, por lo que nadie construiría una carretera para llegar hasta ellas como están haciendo los chinos con la finalidad de acceder a las minas de cobre que hay en Afganistán», afirmó Pardieu.

Vestido con el gorro y las ropas holgadas afganas y con profusa barba, el francés se ha adentrado hasta las minas de esmeraldas en el valle del Panshir, de rubíes de Jegdalek y en las recientemente descubiertas de zafiros azules en las milenarias explotaciones del valle de Kokcha.

Esta profesión de buscador y experto en gemas le ha llevado hasta las más variopintas ubicaciones de minas en países como Tailandia, Camboya, Vietnam, Pakistán, Tayikistán, Sri Lanka, Sudáfrica, Kenia, Tanzania, Mozambique o Madagascar.

Su trabajo consiste en explorar y catalogar las minas para que los especialistas de los laboratorios del Instituto Americano de Gemología puedan certificar el origen de las gemas que traen los clientes que quieren cerciorarse de su procedencia.

Aunque no hay cifras oficiales, el gemólogo calcula que hay unas 3.000 personas dedicadas a la explotación artesanal de las minas de piedras preciosas afganas, una actividad que les permite mejorar los ingresos que da la agricultura o el pastoreo.

«Con el mayor rubí, quizá de 200 quilates, pueden ganar unos 100.000 dólares, con lo que pueden comprar un tractor, aunque esto sólo les ocurre a uno o dos mineros», apunta el experto.

Unos de los más fieles clientes de los mineros de gemas afganos son los soldados de las bases estadounidenses, donde se organizan bazares con asiduidad, aunque la mayor parte son pulidas y vendidas en Pakistán, en los países de Europa o en Estados Unidos.

Los primeros datos sobre la presencia en esta región del lapizlazuli se remontan a 6.000 años, pero la minería local de piedras preciosas se consolidó cuando se convirtió en paso de la ruta de la seda hacia el año 1300 d.C..

Esta agreste región quedó aislada a raíz de que la ruta comercial terrestre fuera desplazada por la marítima, – más rápida y segura -, y volvió a resurgir hacia el siglo XIX cuando rusos y británicos redescubrieron muchas de las minas de gemas y pugnaron entre si para poder explotarlas.

Durante el siglo pasado y el actual la producción y exportación de piedras preciosas afganas ha continuado a pesar de los continuos conflictos bélicos.

La guerrilla del señor de la guerra Ahmed Shah Masud, asesinado días antes de los atentados de 2001 contra Estados Unidos, consiguió financiación con la explotación de una de las mimas de esmeraldas ubicadas en el valle del Panshir.

«Los mineros de gemas son comerciantes desde hace miles de años, no son musulmanes radicales y dan la bienvenida a los extranjeros, aunque también saben ser guerreros cuando los invaden y no creo que se pongan muy contentos si les caen bombas de la OTAN», aseguró Pardieu.