Chile

La aridez, el agua salada y la sed de las mineras en el norte

19 de Abril de 2011
Luego que Minera Esperanza, del grupo Luksic se convirtiera en el primer desarrollo minero a gran escala, en el mundo, que utiliza agua salada en sus procesos, Codelco, Barrick, Anglo y Teck ya analizan esta opción para viabilizar sus proyectos.

17/04/2011. La puesta en marcha de Minera Esperanza, el yacimiento de cobre y oro del grupo Luksic, abrió un nuevo camino para la industria minera local.

El proyecto, emplazado en la Región de Antofagasta y que demandó US$ 2.600 millones, se convirtió en el primer desarrollo minero a gran escala en el mundo que utiliza agua de mar salada en sus procesos de producción de metales.

Una tecnología que ha sido utilizada en pequeñas faenas en Estados Unidos, Canadá, Indonesia y Australia, y que otras mineras a nivel local ya están evaluando para replicar en el norte, donde la escasez de agua, fundamental para sus principales procesos productivos, se ha transformado en un gran problema.

Hasta ahora, la principal opción para enfrentar la falta del recurso ha sido desalar el agua de mar, pero se trata de una solución cara. A la inversión inicial de la construcción de las instalaciones, hay que sumar los costos de energía necesarios para operar la planta y bombear el agua hasta las faenas.

Estos fácilmente bordean los US$ 2 por metro cúbico de agua transportada, explica Juan Carlos Guajardo, del Centro de Estudios del Cobre y la Minería, Cesco. La desalación puede variar entre US$ 50 millones, si la planta está a orilla de mar, y US$ 1.000 millones, si el agua hay que enviarla a la cordillera.

En Esperanza explican que la diferencia entre su modelo y el de desalación es que el segundo requiere más consumo de energía, variable que representa el 95% del costo del proyecto.

Utilizar agua salada tiene un costo de US$ 1,2 por metro cúbico, versus los US$ 2,2 de una planta desaladora, detallan.

«Si comparamos el proyecto de Minera Esperanza con otro de similar producción que incluya la utilización de agua desalinizada, la alternativa nuestra permitió disminuir la inversión en US$ 700 millones y el costo de operación en US$33 millones al año», dice Cristián Puga, gerente de Asuntos Externos de Esperanza.

Explica que construir una planta desaladora habría significado gastar US$ 1.100 millones; en cambio, implementar el sistema de agua cruda costó a la minera US$ 377 millones.

EL INTERES MINERO

Paralelamente, actores de la industria minera están mirando el modelo de Esperanza. Es el caso de la canadiense Teck Cominco. David Baril, vicepresidente de operaciones de cobre de la firma, reconoce que están evaluando ese camino.

«Estamos estudiando el uso de agua de mar salada en Relincho y Quebrada Blanca. En esta última no tenemos otra opción, tiene que usarse el agua de mar, porque no hay suficiente agua arriba.

Estamos hablando de un ducto de 190 kilómetros, porque se necesitan cerca de 1.000 litros por segundo, de acuerdo con los datos de prefactibilidad. En el caso de Relincho la situación es igual. Estamos evaluando eso ahora», adelanta.

La tecnología aplicada por los Luksic también está siendo considerada por otras compañías, aunque muchas de ellas están en una fase preliminar de análisis.

John Mackenzie, presidente ejecutivo de Anglo American, firma que posee el 44% de Collahuasi, sostuvo la semana pasada, en el encuentro anual de la minería, que «nuestro primer objetivo es maximizar la eficiencia de agua que existe actualmente en la mina y tenemos algunas tecnologías que van a mejorar la eficiencia».

Otras fuentes de la minera reconocen que hoy están en curso estudios tendientes a evaluar la conveniencia de usar agua de mar, sea esta salada o sin desalar.

A su turno Barrick, que impulsa los proyectos Pascua Lama y Cerro Casale, también trabaja en opciones de abastecimiento de agua de mar para sus operaciones. «Barrick evalúa permanentemente opciones de optimizar el uso racional de los recursos hídricos para sus proyectos y operaciones», cuentan en la compañía.

La estatal Codelco, en tanto, también ha pensado emplear ese sistema en los futuros proyectos. De hecho, cinco meses antes de la inauguración de Esperanza el presidente ejecutivo de la cuprera, Diego Hernández, visitó la faena para conocer el sistema de abastecimiento hídrico.

«Perfectamente podríamosn usar agua sin desalar en las futuras expansiones. Hay que ver cómo funciona en Esperanza. Lo estamos mirando», agregan en la firma.

Hoy la disponibilidad de agua es uno de los desafíos más significativos para los US$ 50 mil millones en proyectos mineros que se planean en Chile al 2020.

«El agua, al igual que la electricidad, está empinándose entre los ítemes más importantes en la minería. Por eso, el uso de agua de mar con sal abre espacios interesantes para que la industria minera resuelva el problema de escasez hídrica», apunta Guajardo.

Según cifras de Cochilco, el consumo de agua para la producción total de cobre en Chile, entre 2009 y 2020, aumentará en 45%. A 2017, la II Región representará el 20% de esa demanda. El problema es la escasez del recurso en fuentes subterráneas.

Las innovaciones que se están desarrollando en Chile también están siendo observadas en países con condiciones similares, como Perú. Esto, luego de que el proyecto minero Tía María, en la provincia arequipeña de Islay, fuera declarado inadmisible ambientalmente, entre otras cosas por la oposición de las comunidades a que el proyecto usara agua de humedales.

LAS VARIABLES A CONSIDERAR

El sistema implementado por Esperanza no es una solución viable para todos los yacimientos. «Hay que evaluar caso a caso. Usar agua cruda o desalada dependerá de factores técnicos, como el mineral a procesar.

Puede haber diferencias en producción de cobre, costos de operación y mantenimiento, e impedimentos técnicos y ambientales que podrían hacer que el uso de agua salada sea menos atractiva», afirma Raymond Philippe, director de Agua de la empresa de ingeniería Hatch. El agua de mar salada no sirve para todo tipo de mineral, advierte. «Puede presentar algunos problemas en la recuperación del molibdeno», añade.

Otra complicación es el desgaste de los equipos. «Hay efectos de corrosión. Son equipos mucho más caros, ya que si una concentradora convencional puede emplear materiales como el acero o el carbono, al añadir las altas concentraciones de cloruro del agua de mar al sistema, hay que emplear materiales más complejos», comenta el experto.

Algunas mineras están evaluando esta dificultad y creen que para operaciones en funcionamiento no sería viable, pero sí para nuevos proyectos o expansiones. La ubicación de las faenas también es relevante.

Una operación muy distante del mar y a mucha altura encarece el costo y en Chile casi todas las faenas están sobre los 3.000 metros de altitud. Además, hay aspectos ambientales que deben ser evaluados, como la necesidad de descargar agua al mar, en el caso de una desaladora y eventuales problemas de contaminación por infiltración o derrame si se usa agua.