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Colombia

‘En Quibdó no hay que ser minero para tener mercurio en el cuerpo’

mineria ilegal choco 123456El hombre que está a la cabeza de la ciencia en el Pacífico colombiano tiene mercurio en el cuerpo. No es minero, ni tampoco su trabajo es en campo, donde los cráteres de la minería ilegal acaban la selva chocoana, sin embargo hoy reporta altos niveles de este contaminante.

“En el estudio identificaron que tengo un nivel de 18 partes por millón de mercurio, cuando debería ser menos de 1. Se supone que ya debería tener síntomas: olvidarme de las cosas o temblar. Pero todavía no los tengo”, cuenta William Klinger Braham, quien desde hace nueve años, es el director del Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico (Iiap), el centro científico más importante de esta región y uno de los cinco institutos del sector ambiental en el país.

Klinger dialogó con EL TIEMPO sobre el impacto de la minería ilegal en el medio ambiente de la región Pacífica.

¿Qué tanto se está perdiendo de la biodiversidad del Chocó?

 

Estamos perdiendo mucho, a un ritmo de 3.350 hectáreas al año de bosque. Por el descontrol ambiental que existe no sabemos hoy a ciencia cierta qué es lo que estamos perdiendo. Incluso, estamos convencidos, por trabajos previos, que especies de mucha importancia ecológica, están prácticamente extintas como la caoba, el guayacán amarillo, el orejero, el chanul, entre otras especies forestales.

¿Cuáles son las áreas que más le preocupan?

Preocupan con especial urgencia en el Chocó, la subregión del San Juan y un poco la región del Atrato. Y en el resto del Pacífico, territorios como Timbiquí, Guapi, Barbacoas, Tumaco, Zaragoza (Buenaventura), que están muy expuestos a la minería ilegal.

Hace unas semanas se hablaba de la posible muerte de niños por consumir aguas contaminadas. ¿Cuál es la conclusión más reciente de sus investigaciones sobre la relación de mercurio en los cuerpos de agua del Chocó?

El primer grito sobre la grave situación de Río Quito lo dimos nosotros. Tierra Digna (la ONG) aprovechó estratégicamente nuestra investigación, lo que nos parece bueno. En esa investigación miramos los efectos de la minería sobre los ecosistemas, pero también sobre los recursos hidrobiológicos, y en una muestra que tomamos de peces, buscando contaminación, encontramos que el 100 % de los peces tienen mercurio. En un 40 por ciento con niveles superiores admisibles a la norma.

Y quiero destacar que la cultura de consumo de peces de nosotros los afro hace que esa norma sea muy flexible. Una cosa es que tú le pongas un parámetro a una persona que lo consume una vez al mes, a otra que lo come todos los días. La sensibilidad de nosotros, nuestra disposición, es muy alta.

Pero hemos visto otra cosa en los ríos, que no solo es el problema mercurial, sino los sólidos en suspensión, las grasas y los aceites que se derivan de las máquinas, y asociado a eso están la presencia de materiales fecales en las aguas. Porque como esta gente que hace la minería ilegal no tienen dónde ir al baño, hace sus deposiciones directamente al recurso hídrico.

Los niveles de contaminación mercurial no fueron los que podrían generar la muerte, eso es un proceso lento, pero sí pudieron ser esas otras cosas que están relacionadas a esa actividad productiva. Por todo eso, como decisión responsable del instituto, yo ordené a los funcionarios tomarse una prueba de mercurio.

¿A los que hacen las investigaciones en campo?

Sí. Pero, incluso a los que no las hacen, porque se dice que el nivel de exposición en Quibdó es tan alto que no se tiene que estar en contacto con la actividad del oro para tener mercurio, debido a las quemas y a muchas áreas de minería cerca de la ciudad.

Entonces, ¿en Quibdó se tendría mercurio así una persona no tenga nada que ver con la minería?

Yo, por ejemplo, tengo un nivel de 18 partes por millón, cuando debería ser menos de uno. Se supone que ya debería tener síntomas: olvidarme de las cosas, temblar. Pero todavía no. Duré cinco años comiendo solo pescado para evitar el problema de colesterol y terminé en el de mercurio.

Ya no sé ni qué comer.

Y si así están los humanos, ¿cómo está la fauna?

Después de analizar el río Quito, investigamos la cuenca del río Neguá y la del Atrato. La situación que encontramos no era lo que imaginábamos. En el Quito encontramos que el 100 por ciento tenía mercurio; en el Neguá, el 50 por ciento y en la cuenca del Atrato, el 10 por ciento. Eso nos da esperanza con el problema.

Cómo le decimos a una comunidad que lo que históricamente come, porque entre otras cosas no tiene alternativas, no lo puede comer más. Las recomendaciones de la Universidad de Córdoba nos está diciendo que solo comamos dos veces a la semana y los peces pequeños.

¿Qué hacer ante la emergencia?

Lo único que creemos que frena el asunto es dejar de usar el mercurio. Y aunque la meta es dejar de usarlo para el 2018, creemos que debería ser una decisión inmediata. Los mineros del Chocó se comprometieron a no emplearlo más.

¿Qué alternativas hay para reemplazarlo?

La literatura cita dos alternativas. La primera son unas centrífugas, que mediante mecanismo físicos, separan el metal de la arena y no requieren la utilización mercurio. Y la otra dice que históricamente la gente utilizó plantas, especies vegetales para hacer el mismo trabajo que hace el mercurio. Lo que dudamos hoy es que tenga el mismo rendimiento, pero la gente debería sacrificar el rendimiento para garantizar mejores condiciones ambientales. Codechocó, escuché, tiene una investigación sobre 36 plantas para sustituir el mercurio.

¿Hay cálculos de lo que cuesta recuperar esas zonas degradadas?

Hicimos un trabajo que determinó los pasivos ambientales en el lecho del río y otro cuando es en terrazas o en colinas bajas. (Además: La minería ilegal impulsa repunte de la malaria)

En el segundo caso, se habla de una deuda de 280 millones de pesos y, para el caso de los ríos, se calcula un daño de 830 millones de pesos por hectárea. Solo en San Juan determinamos una afectación de más de 60.000 hectáreas. Es una locura.

¿Qué hacer con esos pasivos? ¿Qué avance hay en restauración ecológica?

Nosotros hemos propuesto protocolos, que tienen mucho énfasis en la parte social. Las fotos dramáticas de los cráteres de minería, no nos dejan ver el contenido social: la prostitución de las niñas, el abandono de la escuela de los niños, la desaparición de los pueblos.

Hay una propuesta nuestra para empezar a restaurarlo. Con restauración activa y pasiva. Nos funciona más la restauración pasiva, es decir, dejar esos suelos quietos, pero en sitios que hemos investigado 30 años después, solo hemos recuperado una pequeña función de las funciones ecológicas.

¿Cuánto tiempo tomará la recuperación del Pacífico?

Mucho tiempo. Vamos a restaurar algunas funciones, pero la totalidad de las funciones se hará en al menos 100 años.

A la minería ilegal se le suma el cambio climático, ¿qué ingrediente le agrega el calentamiento global a la problemática ambiental del Pacífico?

Se acentúa muchos más problemas por esas actividades. Por efectos de cambio climático que se traducen en eventos climáticos más extremos, vamos a perder especies. En un análisis desde 1935 hasta el 2015, encontramos pérdida de biodiversidad, de cultivos, por efectos del cambio climático. Además de las situaciones naturales, tenemos las actividades antrópicas. Hay que hacer una gran apuesta institucional y ciudadana para poder enfrentar el problema.

LAURA BETANCUR ALARCÓN


Redactora de EL TIEMPO
Fuente: http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/ciencia/mineria-ilegal-consecuencias-para-el-choco/16659926