Argentina, Bolivia, Chile, Litio

El lado oscuro del litio y la tragedia de la sequía

Chile, Argentina y Bolivia conforman el “triángulo del litio” de Sudamérica
El Informador 26/10/2022
Vista aérea del proceso de extracción de litio, en la mina chilena SQM. AFP
El inmenso rompecabezas de piscinas turquesa contrasta con un desierto de sal que parece infinito, paisaje recurrente en los confines de Chile, Argentina y Bolivia, donde el “triángulo del litio” aglutina esperanzas, miedo y desilusión.

Esa árida triple frontera de Sudamérica atesora en depósitos subterráneos de salmuera el 56% de los recursos mundiales identificados del codiciado metal que da vida a celulares, computadoras y automóviles.

El llamado “oro blanco” o “petróleo del siglo XXI” ha visto su precio dispararse desde cinco mil 700 dólares la tonelada en noviembre de 2020 a 60 mil 500 dólares en septiembre pasado gracias al boom de los vehículos eléctricos, cuando el mundo busca alejarse de los combustibles fósiles para frenar el calentamiento global.

Pero el lado oscuro del litio es que cada planta consume millones de litros de agua por día y las comunidades agrícolas de este rincón de Sudamérica, azotado por la sequía, temen por su medio de vida.

“El mejor salar”
La ruta del litio empieza en el Norte de Chile. Del salar de Atacama, una planicie marrón y rocosa por la que apenas se puede caminar, salió el 26% de la producción mundial en 2021, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS). La cifra fue sólo superada por Australia, con el 55%, pero extraída de rocas.

En Atacama, los camiones zigzaguean entre albercas donde la salmuera, una mezcla de agua y sales, se evapora lentamente antes de ser llevada a una planta química para separar el litio del líquido.

“Es, por lejos, el mejor salar del mundo”, asegura Juan Carlos Guajardo, director de la consultora Plusmining.

Chile, donde se extrae litio desde 1984, lo hace más rápido que sus vecinos porque la escasa lluvia y una radiación solar extrema aceleran la evaporación.

Pero sus leyes dificultan otorgar concesiones de explotación desde que la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) lo declaró de “interés nuclear” por su uso en la fabricación de bombas de hidrógeno.

Los derechos están en manos de la estadounidense Albemarle y la chilena SQM, que pagan regalías de hasta el 40% de las ventas, además de cifras millonarias a comunidades aledañas.

Sólo en el primer semestre de este año, la recaudación fiscal por el litio llegó a superar la del cobre, conocido popularmente como el “sueldo de Chile”.

Ante semejante auge, el presidente izquierdista Gabriel Boric prometió crear una empresa nacional de litio, pero sin excluir la participación privada.

Flamencos muertos
Pese a los acuerdos alcanzados con los pueblos atacameños, algunos siguen viendo el litio como amenaza.

Este año, un estudio en la revista Proceedings of the Royal Society B asoció la minería de litio a una caída del número de flamencos en Atacama.

“El desarrollo de tecnologías para frenar el cambio climático se ha identificado como un imperativo mundial. Sin embargo, estas tecnologías ‘verdes’ pueden tener un impacto negativo en la biodiversidad”, asevera el estudio.

En 2013, una inspección a SQM constató la muerte de un tercio de los algarrobos del predio. La causa probable, según un estudio posterior, fue la falta de agua.

La empresa informó haber usado cerca de 400 mil litros por hora este año. “Queremos saber, a ciencia cierta, cuál ha sido el real impacto de la extracción de agua de las napas”, reclama Claudia Pérez, de 49 años, residente del valle del río San Pedro y trabajadora de un programa estatal de apoyo a comunidades indígenas.

No está contra del litio, pero exige “minimizar el impacto negativo a la gente”.
AFP
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