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Acaba Goldcorp con Mazapil

SAÚL ORTEGA Y MIRIAM SERRANO/NTRZACATECAS.COM 12-02-2018
Desde la entrada norte hasta la cabecera municipal, por la vieja carretera que conduce de Concepción a Oro a Mazapil, es posible ver un pueblo devorado por el tajo de la mina de oro más grande de Latinoamérica.
Los cerros de los desechos mineros llegan hasta donde la vista alcanza: enfrente sólo hay un paisaje devastado por las máquinas dedicadas a la extracción de oro, que acabaron con 6 mil hectáreas del semidesierto zacatecano.
A poco más de una década de la llegada de la minera Peñasquito, propiedad de la empresa canadiense Goldcorp, las calles de la cabecera de Mazapil lucen vacías y con casas derrumbadas.
Al menos una docena de restaurantes se encuentran abandonados. En el centro de la plaza se yergue la iglesia y, al costado, un par de columpios se mecen con el viento, junto a otros pocos juegos infantiles que poco uso reciben.
Unos metros después está la presidencia municipal y el único cajero automático de Mazapil, donde una fila de hombres y mujeres esperan su turno para retirar dinero.
Dentro del ayuntamiento, la mayoría de las oficinas se encuentran cerradas. Unas cuantas personas esperan en la recepción al alcalde Gregorio Macías Zuñiga, quien, de acuerdo con quienes lo aguardan, es raro que asista a sus oficinas.

En el olvido
El camino de terracería sigue hasta convertirse en una carretera de dos carriles que conduce a la comunidad de Nuevo Peñasquito, otro pueblo fantasma, al igual que la cabecera municipal.
El centro comunitario de salud que presuntamente operará el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) está abandonado. En su interior hay varias sillas y un escritorio cubiertos de polvo.
También está una tienda de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) recién remodelada, con una placa que indica que fue inaugurada en diciembre de 2017; sin embargo, los comuneros afirman que no han ido las autoridades a ponerla en servicio.
María Guadalupe, quien vivió en la desaparecida comunidad Peñasquito, asegura que ésa no es la única promesa incumplida por la minera.
Con tristeza pasea la vista por la calle y recuerda que los directivos de la compañía prometieron que las calles de la nueva comunidad serían pavimentadas. “Ahora mire: ni eso, todo está sin pavimento y lleno de polvo”.
La mujer clava la vista en un solitario árbol de durazno y lamenta: “no nos dejaron traer nada. Allá tenía una nopalera muy bonita, pero ni un nopalito nos dejaron traer, nomás vimos cómo los arrancaron las máquinas”.
La tristeza es común en Nuevo Peñasco. Sólo quienes llegaron años después cuentan con el beneficio de tener alumbrado en sus calles y una vivienda digna, bien construida.
“Cuando nos trajeron a ver las casas pues se veían muy bonitas, bien pintadas, pero ahora tienen goteras y cuando llueve se mete por todos lados el agua”, agrega María mientras señala las grietas de su hogar.
A una cuadra habita otra familia que perdió la casa de adobe que tenía en Peñasquito. Ahí María Juana, recargada sobre los barrotes de su portón, recuerda que su anterior hogar era fresco y no tenía problema alguno.
“En esta casa tenemos que lidiar con la falta de agua y que está toda agrietada, con muchas goteras”, lamentó María Juana.
Supuestamente, la minera les entrega 200 mil pesos anuales para compensar la pérdida de sus tierras, pero los habitantes de la nueva comunidad desmintieron a la empresa.
“Dizque nos dan 20 mil pesos mensuales. ¡Bueno fuera! Así ni siquiera tendríamos de que quejarnos. No nos dan ni un peso”, sentenció María Guadalupe.
Ambas mujeres dicen que la única promesa que tienen es que Goldcorp arreglaría las casas que se les entregaron para evitar las goteras, pero eso se les prometió desde hace más de seis meses. Ahora la compañía presume que las reparaciones comenzarán en marzo.
“Dicen que de una en una, porque no pueden hacer todo al mismo tiempo”, reprocha María Juana.
Las dos Marías evitan ver hacia donde está el tajo de la mina: “si miro para allá, me desmayo, porque no queda nada”, explica con melancolía Guadalupe.

Sin respuestas
Aun cuando el presidente municipal de Mazapil conoce las necesidades de la comunidad Nuevo Peñasquito, no tiene respuestas para sus habitantes y reconoció, en entrevista con NTR Medios de Comunicación, que no existe un proyecto para mejorar sus condiciones de vida.
Gregorio Macías señaló que la minera sólo realizó algunos proyectos para mejorar las condiciones de tramos carreteros, pero hasta la fecha no se han formalizado.
Aceptó, además, que se carece de estudios sobre los efectos que tienen las presas de jales en la población de las comunidades aledañas.
Macías Zúñiga aseguró que, en coordinación con Goldcorp, se realizan instalaciones de agua potable, drenaje, pavimentación de calles en al menos 20 comunidades cercanas a la mina.
Sin embargo, aceptó que la compañía canadiense ha quedado mal a los ejidos. “Hemos intervenido para que se cumplan estos compromisos, tuvimos una reunión para que la minera llegue a acuerdos para cumplir con todo lo prometido”, excusó.
Un ejemplo de las fallas es la construcción de un nuevo centro de salud, pues a pesar de que el ayuntamiento donó el terreno donde se edificaría, la empresa no concretó su compromiso y, varias administraciones después, el tema de diluyó.

Afectados
Los problemas de salud, principalmente afectaciones en la piel e infecciones de ojos, han aumentado desde la llegada de la minera, pero la situación de las poblaciones aledañas puede ser más grave.
Personal médico del lugar expuso que las enfermedades se intensifican durante la temporada de estiaje, “porque es cuando los jales están secos y se levantan fuertes polvaredas”.
Los trabajadores del antiguo Centro de Salud lamentaron que a la fecha no exista un estudio sobre el impacto que tienen los desechos mineros en la población de Mazapil.
Por otro lado, Eduardo Manzanares Acuña, doctor en Ciencias e investigador de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), alertó de que los riegos son mayores, “porque los residuos de las presas siempre contienen metales pesados que afectan a nivel del ADN”.
Una de las consecuencias del daño es que los niños del lugar nazcan con retraso mental y no puedan desarrollarse de manera adecuada.
Los más vulnerables son los menores de cinco años, porque “su principal contacto de juego es con el suelo, con la tierra y no existe la cultura de lavarles las manos constantemente”.
“Esta situación lleva a que los niños ingieran los metales pesados que contiene la tierra que llevan en sus manos”, advirtió el especialista en temas ambientales relacionados con la minería.
A estos problemas de salud se suma un incremento en la incidencia de enfermedades de la garganta y, en general, de las vías respiratorias.
Manzanares Acuña recalcó que es necesario realizar un estudio de los desechos para determinar el grado de riesgo que corre la población que vive a 200 kilómetros a la redonda de la mina, según los metales pesados que se encuentren. “Lo malo es que no dejan tomar muestras de los jales”, lamentó.
Reprochó que a nadie le importe esta situación, porque no se considera que, al estar los desechos de la mina a cielo abierto, toda la gente de la región del semidesierto sufrirá los efectos en su salud.

Pocas ventas
La señora Nelly es comerciante, dueña de una tienda que está a un costado de la parroquia. El negocio se lo heredó su abuelo, y, aunque casi no hay gente en el pueblo, vende “de a poquito”.
Ésta es de las pocas tiendas que están abiertas en Mazapil ante la falta de clientela. En un esfuerzo de mantener el sustento para su familia, Nelly remodeló su establecimiento y trata de abastecerlo lo mejor posible.
Atrás del mostrador, con una sonrisa forzada reconoce que los beneficios traídos por la minera son pocos y el empleo no es uno de ellos.
Refiere que lo que hace la compañía es proponer a las personas que se capaciten para montar un taller u otro tipo de empresa familiar, en la que los interesados deben invertir 50 por ciento de lo requerido.
Al preguntarle por qué su esposo no trabaja en la minera, la señora Nelly dijo que es muy difícil entrar; “el sindicato es el que decide ese tipo de cosas y sólo que haya algún hermano o pariente adentro es más fácil, de lo contrario no se puede”, explica.

Apoyo insuficiente
“La gente no se deja ayudar. Piden ayuda y se les da, pero no es la que esperan”, asegura Rafael Tiscareño Rivera, párroco de la iglesia de San Gregorio Magno, ubicada en la cabecera municipal.
Con voz muy baja, como si tuviera temor de ser escuchado, el religioso sostiene que la instalación de la minera Peñasquito trae beneficios a la población, “aunque no los esperados”.
Añade que Goldcorp otorgó fuentes de empleo; sin embargo, “desafortunadamente, la mayoría de las personas que trabajan ahí son de fuera y sólo muy pocos lugareños prestan sus servicios a esta trasnacional”.
De pie en el recibidor de su casa, como si tuviera prisa por terminar la entrevista, insiste en que los pobladores reciben algunos apoyos, “pero no los que ellos esperan, pues no se esfuerzan por mejorar y, aunque la empresa minera ha impulsado algunos proyectos, la gente no muestra interés en ellos”.
Otro aspecto que destaca el párroco es la inequidad con la que la empresa apoya a las localidades, pues reprochó que mientras en algunas construyeron carreteras o instalaron servicios básicos, “son las menos, pues el resto se encuentra en total abandono”.

Lucha apagada
Lauro Herrera Hernández, representante de los ejidatarios de Mazapil y presidente de la comisión reguladora, critica que, a pesar de que el gobierno estatal y la minera conocen los problemas ecológicos, “nadie hace nada para repararlos”.
Bajo la sombra de uno de los pocos árboles que hay al pie de la carretera que conduce la comunidad Cedros, Herrera Hernández se dice cansado de ver cómo se destruye el entorno y de denunciarlo.
El hombre tiene más de una década en la defensa del medio ambiente. Es consciente de que, durante la temporada de estiaje, el polvo que levanta el viento desde los jales afecta al menos a unas 450 familias de los ejidos de Mazapil, Cedros, Nuevo Peñasquito, Palmas y Mesas.
“Se hacen grandes nubes de polvo que tapan el cielo. Suponemos que le hace daño a la gente, pero nadie nos dice nada”, advirtió Herrera Hernández.
Coincide con médicos e investigadores en que urge realizar un estudio entre la gente de estas localidades para determinar si su salud está afectada; “los de la mina dicen que ya lo hicieron, pero nunca dan a conocer los resultados”, mencionó.
Este problema se agravó cuando la mina comenzó a expandirse para tirar los jales, pues “el acuerdo era por la explotación de 5 mil 200 hectáreas, pero invadieron más de mil 200”.
La expansión trae consigo otro consigo otro conflicto que es el del acaparamiento de la superficie, que reclaman los ejidatarios. “Todo eso que se extendieron no está en los convenios que firmamos originalmente y ahora no quieren responder por toda esa tierra”, recriminó el representante de los comuneros.

A medias
El albergue estudiantil del plantel del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) está en pésimas condiciones. Mejorar este espacio fue otro de los compromisos que Goldcorp incumplió.
Los jóvenes que acuden a esta institución duermen hacinados y entre mal olor de los baños que carecen de puertas. También hay un área de regaderas, donde sólo se ven los tubos que sobresalen de la pared, pues carece de divisiones para dar privacidad a los muchachos mientras se bañan.
La directora del plantel, Yurilia Juárez Juárez, informó que el compromiso de la minera era concluir la construcción del albergue, que quedó en sólo una nave de dormitorios y una bodega donde pernoctan 90 jóvenes, hombres y mujeres.
En ambos dormitorios las literas están convertidas en un laberinto que, en caso de una emergencia, muy probablemente se convertiría en una trampa imposible de sortear.
En el área de mujeres, la señora Rosita cuida que las estudiantes mantengan limpio el espacio, aunque la única diferencia con el dormitorio varonil es que las camas están tendidas. El hacinamiento vuelve claustrofóbico el lugar.
La directora del plantel explicó que minera Peñasquito aportó 8 millones de pesos para la obra del albergue y la adquisición de equipo para los talleres. A pesar de que se tiene el terreno para continuar la construcción, la escuela se quedó sólo con la promesa de que se les daría lo necesario para terminar.
Respecto al mantenimiento del lugar, Juárez Juárez dijo que los alumnos pagan 50 pesos por semana, lo que les permite pernoctar ahí y acceder a tres comidas al día.
“El recurso es insuficiente, la presidencia apoya con las tortillas diariamente y el resto lo asume la institución”.

Ocultos
En reiteradas ocasiones, NTR intentó establecer contacto con representantes de Goldcorp. Se buscó a Nelson Núñez, gerente de Sustentabilidad, y a Carlos Acevedo, coordinador de Relaciones Públicas, para conocer su postura sobre los problemas en las comunidades.
La respuesta de los directivos fue contundente: “todo tema a tratar será a través de Relaciones Interinstitucionales, con Doris Liliana Vega Pérez”.
Sin embargo, este medio también la buscó ella y no se obtuvo respuesta. NTR visitó las instalaciones de la minera y, pese a que se comprometieron a que se concedería una cita, la responsable de Relaciones Institucionales no atendió al medio.
En contraste, Vega Pérez ha otorgado entrevistas a revistas de sociales, en las que se presenta como una mujer exitosa en el mundo de la minera, con una tendencia al culto a su persona. Presuntamente, estas publicaciones fueron pagadas por ella misma o por la empresa.
Este tipo de entrevistas fueron reproducidas en un sinnúmero de artículos a nivel local, en los que se contrata un gran espacio para informar los logros de la representante de Goldcorp, en la esfera en la que se desenvuelve, con autopromoción de su imagen.
En estas publicaciones muy poco o nada se informa sobre los avances, beneficios y/o afectaciones que ha obtenido la comunidad desde la instalación de minera Peñasquito en Mazapil.
Sólo de vez en cuando se envían algunos boletines de prensa con supuestos beneficios que otorga la empresa a la población, sobre todo cuando se registran manifestaciones de los ejidatarios, transportistas y hasta proveedores.
Además, el silencio, la cerrazón y el hermetismo forma parte de la política de la empresa hacia los medios de comunicación, el área dirigida por Doris Liliana Vega.

Se acaba el agua
Los problemas para Mazapil van en aumento. De acuerdo con el académico Federico Guzmán López, la minera Goldcorp es la que mayor volumen de agua concesionada tiene en la entidad.
El experto en el tema mencionó que la minera canadiense extrae en promedio cerca de 43 millones de metros cúbicos de agua anualmente.
En total, todas las industrias mineras establecidas en la entidad explotan al año, para sus procesos de beneficio, el agua suficiente como para abastecer a casi toda la población de Zacatecas, pero del total, tres cuartas partes son utilizadas por Goldcorp.
Guzmán López agregó que el mayor volumen de extracción por parte de la empresa es en Mazapil.
“Se documentó que de los 43.9 millones de metros cúbicos que extraen por año, sería posible dotar de agua a un millón 202 mil 773 personas, lo que equivale a 80.68 por ciento de la población del estado”, mencionó el universitario.
Ante tal situación, el especialista advierte que esto llevará a Zacatecas a tener un desabasto de agua en esta región en un promedio de 25 años, de acuerdo con análisis del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI).
Esto se debe a que la sobreexplotación de los mantos acuíferos genera un déficit hídrico de hasta 299 metros cúbicos de agua.

Sólo foráneos
El mayor reclamo de la población de Mazapil es la falta de empleos, pues una de las principales promesas de Goldcorp fue que dotaría de empleos a los habitantes del municipio. Nada más lejos de la realidad.
La directora del Colegio de Bachilleres del Estado de Zacatecas (Cobaez) revela que los egresados, aunque adquieren el conocimiento necesario para realizar distintos trabajos en la mina, “no son contratados, entonces los jóvenes buscan en otras empresas, donde el salario no es tan bueno”.
Estas compañías son las que subcontrata la minera para realizar trabajos fuera del tajo y los empleos que otorgan “principalmente son para la reparación de motores a diésel”.
Los habitantes de Mazapil explicaron que la empresa “trae gente de Coahuila, Chihuahua, Monterrey, Durango y de la capital del estado… pero a la gente de aquí no nos contratan”.
De acuerdo con especialistas en el tema, la planta laboral de la mina Peñasquito se compone en su mayoría por personal que la compañía contrata en otros estados y deja sin oportunidades laborales a los habitantes de Mazapil.
La realidad aplasta cualquier discurso, aunque la empresa presume en su página web que 80 por ciento de los empleados y proveedores se contratan de manera local y regional.
Una prueba más de la falta de oportunidades son los fraccionamientos que se encuentran en las entradas al pueblo. Las casas nuevas quedaron en total abandono, fracasó el proyecto que hace más de cuatro años impulsó una constructora de Monclova, Coahuila, que estimaba que los trabajadores de la minera contrataran las viviendas créditos Infonavit.
Ahora en el lugar se encuentra un velador, quien “cuida” que las pocas casas no sufran destrozos, pero ello no ha impedido que el paso del tiempo y las inclemencias climáticas hagan lo suyo. Hoy los inmuebles lucen desgastados.
Existen por lo menos 20 viviendas edificadas en el lugar y, aunque el terreno se encuentra totalmente fraccionado y listo para las conexiones de los servicios básicos, la empresa decidió no continuar la construcción.
En cambio, la mayoría de los trabajadores viven en el centro habitacional que les proporciona la minera. Laboran 15 días ininterrumpidos por una semana de descanso, tiempo que utilizan para regresar a sus hogares, que no están en Mazapil, sino en otros lugares, por lo tanto, no hay consumo en las comunidades y la economía se encuentra estancada.

Más conflictos
La minera no trajo ni prosperidad ni desarrollo al municipio, por lo que los habitantes del lugar reprochan que la falta de fuentes de trabajo es muy alta, al igual que la contaminación, la devastación de la tierra y las enfermedades.
Desde la cabecera municipal hasta la mina es necesario recorrer un trecho de 10 minutos, la mitad del camino está pavimentado y en las cercanías de la entrada a la excavación es necesario transitar sobre terracería.
Durante el trayecto el paisaje cambia dramáticamente: los cerros de desperdicio de la mina adquieren tonos que van del gris al negro, en otros puntos son color marrón claro.
Por las laderas de estas montañas se ven camiones enormes, con capacidad de 30 toneladas, que suben y bajan para dejar en la cima sus cargamentos de jales.
A lo largo de la carretera existe un constante ir y venir de vehículos procedentes del tajo, pero ninguno para Mazapil: la mayoría van a casas de la comunidad Nuevo Salaverna o bajan directo a Concepción del Oro para realizar compras.
Frente a la entrada principal de la mina, se encuentra un grupo de transportistas zacatecanos, los conductores dicen que es “para presionar a la minera (para que les dé cargas)”, pero desconocen cuánto tiempo deberán permanecer en el lugar para lograr su objetivo.
Los líderes sindicales buscan establecer diálogo con la minera que, en diciembre, se comprometió a no realizar más viajes de material hasta llegar a un acuerdo con los transportistas zacatecanos. Otro compromiso que la canadiense no cumplió.

Acaba Goldcorp con Mazapil