El Salvador

Legado minero en EL Salvador

Viernes, 11 de Julio de 2008

Años 40: la explotación minera arrasa en el oriente del país

Por Ramón Rivas

Doña Carmen Flores, residente en Santa Ana, cuenta su impactante experiencia familiar y de su infancia en aquellos valles ricos en minerales de la parte oriental del país en la década de los 40.

Zonas ricas del codiciado metal: el oro. “Donde yo nací se llama Minas del Hormiguero, en el Municipio de Comacarán, San Miguel.
En el lugar hay seis minas y algunas que ya están soterradas. Mi papá conoció casi todos los minerales existentes en la zona oriental, y fueron también los minerales los que lo llevaron a la muerte.

El asesino de mi padre fue el cianuro, muriendo a los 58 años. Yo sobreviví, pues me retiré del lugar y me fui a vivir a la ciudad de Santa Ana y me puse en tratamiento. Padecía de la tiroides y manchas en la piel que aún conservo. La ‘minería verde’, para mí, es mentira.

La experiencia me dice que es destrucción masiva de las poblaciones y de grandes áreas de terrenos; y no digamos en nuestro país, que es tan pequeño. El término ‘minería verde’ es una trampa. Explotar minas es terriblemente contaminante para los mantos acuíferos.
Soy sobreviviente de la minería. Mi padre trabajó allí, aunque él anduvo en muchos lugares trabajando con su grupo familiar en el oriente del país. Lugares como La Lola, Monte Cristo, San Sebastián, Potosí y otros, del departamento de Morazán y San Miguel. Mi padre, como minero, procesaba el oro. Entre los componentes que usaba estaba el cianuro y debido a que el trabajaba directamente con este químico, y como no eran bien asesorados sobre lo que debían hacer para descontaminarse, él no desinfectaba su cuerpo, y llegaba a la casa y chineaba a los niños, mis mayores. A mi mamá sus tres primeros hijos se le murieron pequeños: Julio César, Rigoberto y también Manuel. Después ella fue más cuidadosa con los otros cinco hijos que tuvo, pero observaba que los niños mantenían manchas en su piel; y yo padecí de la tiroides. Mi mamá, cuando vio que me salió el ‘gueguechito’ en la garganta, me daba yodo en agua mezclado con azúcar.

A mis hermanos en las manchas de la piel, que más que todo les salían en las manos y en la cara, les machacaba hojas tiernas de carao y se las ponía en las manchas. No había médico alguno a quien consultar. Inés Cruz Rivera, mi abuelo paterno, el pobre viejo que trabajaba en las minas y se destacaba por su trabajo desde que amanecía hasta que anochecía, los explotadores de las minas le dieron el título de ‘químico de los minerales’. Él dedicó toda su juventud trabajando para esas compañías explotadoras del oro sin ninguna protección para su vida o aviso de prevención alguno.

Lo peor del caso es que el poco sueldo que recibía lo iba ahorrando en una compañía en San Miguel de la misma empresa que captaba fondos, y cuando empezó a enfermar de los pulmones, a sus cuarenta años, quiso hacer uso de esos fondos que con gran sacrificio había economizado, y cuando fue a retirar parte del ahorro se llevó la sorpresa que la compañía había desaparecido. Esto sucedió allá por mil novecientos treinta y cinco.

El abuelo fue enfermándose de los pulmones, lo que lo llevó a la muerte. Quedando mi abuela y sus dos hijos desprotegidos, sin ninguna pensión para subsistir. Yo personalmente vi cómo en mi familia empezó la desgracia desde que la gente empezó a trabajar y a usar químicos… empezaron a morir. Era la gente de las minas El Hormiguero, en Comacarán. En mi familia murieron, a consecuencia del trabajo en las minas, también mis dos abuelos. El abuelo paterno murió de los pulmones y el otro abuelo de insuficiencia renal. Después murió una hija de mi abuelo llamada Coralia, junto con sus dos hijitos; también de insuficiencia renal. Lo que yo observé en la comunidad era que muchos niños fallecieron a causa de males como, leucemia, insuficiencia renal, de los pulmones. Había también adultos conocidos en el valle que fallecieron.

Recuerdo a Francisco Hernández, René Cabrera y Natalia Salmerón, entre otros. Todos ellos trabajaban o eran familiares de trabajadores de las minas. Algunos niños nacían con deformidades, como fue el caso de una hija de doña Lila Sáenz. Y así, en mi mente vuelan los recuerdos de muchos casos de personas que fallecieron; había continuamente velorios en la comunidad. Lo que yo recuerdo de los ríos que atravesaban el valle, entre ellos el río Los encuentros, Las garzas y la conocida como ‘La poza de la mina’ donde muchos iban a bañarse y las mujeres a lavar ropa. En esos ríos aparecían peces muertos, aves no habían muchas, pues, como consumían de esas aguas es probable que emigraban o fallecían. Las personas que ocupaban esa agua padecían mucho de dolor de cabeza, manchas en la piel dentadura frágil y mostraban debilidad mental, y muchas personas parecían de la tiroides, como es mi caso y el de Inesito Argueta y otros muchos más.

Nosotros no teníamos ni idea que eran los componentes químicos los que estaban provocando las enfermedades y causante de la muerte en la comunidad. Cuando los extranjeros terminaron la explotación que, según dicen dejaron arrasadas las minas, se fueron a sus países con todo el oro que recogieron y dejaron nuestra comunidad, y también parte de las otras comunidades de la zona oriental, en un estado agonizante y paupérrimo, pues las poquitas monedas que la gente tenía las utilizaba para comprar medicamentos para los dolores de cuerpo, de cabeza, malestares en la piel.

Tanta era la fe que tenían que lo mejor que la gente podía comprar era ‘la mejoral’ que les servía hasta para el paludismo. Era una pobreza tremenda en la que vivíamos. Dicen que los explotadores de las minas eran gringos, alemanes y de origen inglés. Cuando finalizaron los trabajos de explotación de las minas dejaron el puro cascajo en los cerros y a la gente sumida en las enfermedades y en la miseria. Cuando yo era pequeña, las aguas que vertían de esas minas olían a cianuro. Las cuevas de las excavaciones aún existen, y hay canales subterráneos por todos lados, de seguro llenos de agua contaminada con cianuro filtrándose en los mantos acuíferos. Esto lo puedo comprobar, puedo llevar a la gente al lugar si en caso se requiere. No es de extrañar la cantidad de gente enferma de insuficiencia renal que se publican todos los días. Los hospitales ya no saben qué hacer.

Por lo tanto, yo como sobreviviente de las minas, me opongo rotundamente a la explotación minera en nuestro país pequeño por gente explotadora e irresponsable, que hoy, por la densidad poblacional, las consecuencias serían más dramáticas que como yo las viví en carne propia.

Como sobreviviente, les sugiero a estos explotadores mineros que se vayan a esos países que dicen ellos que ya aprobaron esa ‘minería verde’, pues verde va a quedar la gente con tanta enfermedad a causa del cianuro, principal componente para sacar oro. Hay otras fuentes de trabajo a las que recurrir que no sean asesinos de nuestro pueblo. El gobierno tiene que interesarse en velar por la salud de nuestro pueblo ya que, si el gobierno permite a la explotación minera, sería él el asesino de mucha gente y de las generaciones por venir. Es riqueza nuestra, que se nos fue de las manos, pues los extranjeros se las llevaron, y ahora quieren seguir robando los recursos que aún quedan”.