Ecuador

LA MINERIA Y LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE

POR MÓNICA CHUJI ASAMBLEÍSTA NACIONAL Y PRESIDENTA DE LA MESA DE RECURSOS NATURALES Y BIODIVERSIDAD DE LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE

Permitir que mineras transnacionales dicten la nueva Constitución sería re-actualizar la época colonial

 Montecristi 28 de Enero de 2008

Durante los últimos días ha llamado la atención de nuestra mesa, la gran cantidad de solicitudes presentadas por distintos gremios y empresas mineras, especialmente interesadas o involucradas en proyectos de explotación de minerales metálicos a cielo abierto.

Parecería que la problemática ambiental se redujera a la problemática minera, cuando en  nuestra mesa 5 llamada de “Recursos Naturales y Biodiversidad” durante las primeras semanas de trabajo hemos identificado y debatido 9 grandes temas centrales como son: agua, petróleo, minería, biodiversidad, ecosistemas frágiles, cambio climático, ecología urbana, energías alternativas o biosfera, amparados en las convenciones internacionales y regionales como Agenda 21, el Convenio de Diversidad Biológica, el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Protocolo de Kyoto o la Agenda Ambiental Andina por citar solo algunos de los convenios que el Estado ecuatoriano ha suscrito en los últimos 15 años.
Claro que el modelo extractivo y la sobre explotación de recursos naturales en nuestro país nos preocupa sobremanera y ocupa buena parte de nuestra atención y tiempo de discusión.
Y en esa medida las puertas de nuestra mesa y de la Asamblea Constituyente están abiertas a escuchar todas las propuestas.
Y así lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo con todos los sectores, incluidos los gremios, pobladores y trabajadores que viven de la minería y los ejecutivos de empresas mineras.

Es nuestra obligación atender a todos los sectores y escucharlos.
Pero también nos interesa ser lo más democráticos y plurales y aspiramos a que el conjunto de las organizaciones sociales del país, el pueblo afroecuatoriano, los campesinos de la Sierra, de la Costa, de la Amazonía, los pescadores, los artesanos, los jóvenes de colegios y universidades, las nacionalidades y pueblos ancestrales, los pobladores urbanos, los empresarios privados patriotas y responsables, los intelectuales comprometidos con el cambio en el país, las mujeres y los niños y niñas puedan hacer escuchar su voz y compartirnos sus preocupaciones, sueños, y propuestas muchas de las cuales son las nuestras.

Pero penosamente hasta hoy, vemos que solo arriban de manera desproporcionada a Ciudad Alfaro, acá en Montecristi, quienes tienen mayores recursos económicos e invierten en lo que llaman “lobbying” (en inglés) o cabildeo, como sucede con varias empresas mineras transnacionales, desesperadas por saquear los recursos de oro o el cobre de nuestros subsuelos, a cambio de migajas en zonas donde nuestro pueblo ha sido excluido e ignorado por el Estado.

La vieja historia del oro a cambio de espejos.
No está en duda ni discusión que en esas zonas de concesiones mineras, socialmente hay totales carencias de infraestructura, empleo, salud y educación. Como tampoco está en duda que son zonas ricas en biodiversidad, bosques o fuentes de agua, y en algunos casos, territorios con pueblos ancestrales ricos en su cultura. Pero de ahí a plantear que la minería metálica a gran escala o a cielo abierto sea la varita mágica que resuelva todos nuestros problemas como país hay un enorme abismo y distorsión.

Particularmente las tesis con las que me identifico, y planteadas desde hace muchos años dentro de nuestras organizaciones kichwa amazónicas de las que provengo y a las que me pertenezco, son las que parten de nuestra filosofía del Sacha Runa Yachai (sabiduría de la gente de la selva), principios como el Sumak Kawsay (la vida en armonía, entendida de manera integral tanto lo material como lo espiritual) el Tukuy Pacha (la necesidad de que toda persona tiene derecho de saber y acceder a toda clase de ciencia y de conocimiento), y lo que conocemos como el Pachamamapi Tyak Kawsay Kunata (el uso y administración de los recursos de la madre naturaleza) o el Mushuk o Sumak Allpa (la de una relación armónica, respetuosa y equilibrada con la Madre Tierra o selva, que nos permite tenerla siempre nueva o renovada), son los que nos enseñaron nuestros mayores y eso es en lo que creo y lo que defiendo.

Y por esa misma razón, el debilitamiento de nuestras organizaciones, la destrucción de nuestras culturas, sabidurías y prácticas o la pérdida gradual de nuestros territorios son causales graves de la destrucción de la naturaleza, pero eso amerita otra nota y otra explicación más amplia, que pondré a consideración de Ustedes en los próximos días.

Nuestro país no vive según esos principios ancestrales. No hay vida en armonía por ningún lado. Al contrario, se desprecia la vida humana y toda forma de vida.

Hay demasiada miseria y desigualdad como para estar tranquilos, según nos lo explicó el doctor Carlos Larrea, de la Universidad Andina Simón Bolívar hace pocos días.

Si vamos al tema del saber o las ciencias, el conocimiento occidental y moderno etnocéntrico ha despreciado las ciencias, prácticas y conocimientos de nuestros pueblos ancestrales, y además llega a una elite, de manera mutilada, generando una gran exclusión y diferencia entre la gente de nuestro pueblo.

Y respecto a la naturaleza, en lugar de renovarla, de regenerarla permanentemente, lo que hemos vistos son dos cosas: o nos plantean conservarla desde una perspectiva romántica de paisaje o estética para una elite, a costa de los derechos y necesidades de nuestra gente y de nuestras nacionalidades, o la depredan hasta la extenuación, como lo hicieron sucesivamente en los últimos 150 años cacaoteros, bananeros, camaroneros, florícolas, madereros, palmicultores o petroleros, como nos lo explicó con claridad durante su visita la ex canciller, doctora María Fernanda Espinosa.

No creo que la minería sea el futuro.
La minería metálica en nuestros países es herencia colonial. Ahí tenemos el ejemplo de Bolivia, un país minero casi 5 siglos, donde las minas de oro y plata en los Andes han sido mecanismos de genocidio y saqueo, y causantes de la miseria y exclusión histórica de Aymaras y Kechwas, que ahora trata de cambiar el presidente Evo Morales con el apoyo de la mayoría del pueblo pobre y la oposición rabiosa de la oligarquía de la media luna, apoyada por el gobierno de George W. Bush.

El crecimiento económico peruano de la actualidad, basado en el “boom minero”, tan publicitado por el presidente Alan García y los corifeos neoliberales, tampoco ha resuelto los problemas de las distintas regiones andinas de nuestro vecino país -donde se explotan los minerales- sumidas no solo en la más absoluta miseria y pobreza, sino afectadas por la depredación de sus fuentes de agua y la contaminación de sus suelos agrícolas.

Lo que ha agudizado la minería del oro y del cobre en Perú es desigualdad, acumulación de riqueza en pocas manos, violación de derechos humanos, muerte y una mayor destrucción de la naturaleza como sucede en Cajamarca, Piura o Moquegua, por citar los casos más conocidos. 

Si vemos por otro lado, otro país latinoamericano como Costa Rica, éste no ha tenido petróleo, ni explota minería metálica a gran escala y sin embargo vive mejor que nosotros alrededor de la industria sin chimeneas que es el turismo. Es un caso de un país que sabe aprovechar las potencialidades de su territorio de manera sustentable.

Prefiero creer en la palabra del presidente Rafael Correa que planteó que el futuro de nuestro país está en el turismo y el manejo sostenible de nuestros bosques, de nuestra biodiversidad.

Esos son nuestros puntos de vista y de debate y por eso me parece inadecuado pensar que debemos considerar a la minería como una opción de futuro.

No podemos los ecuatorianos y las ecuatorianas apostarle a eso.
Debemos de una vez por todas romper con el colonialismo. 

No podemos repetir con nuestros hijos y sus descendientes el error que cometieron con nosotros los criollos que fundaron la república del Ecuador, y sus descendientes hoy empeñados a gritos y chantajes, en reactivar una campaña secesionista que empezó en el siglo XIX.